El nuevo vigía del Estrecho
El Centro de Investigación sobre las Migraciones realiza seguimientos de aves y estudia el efecto del cambio climático
Tarifa constituye una de las cinco referencias a nivel mundial
Tarifa/Treinta millones de aves de casi 200 especies cruzan cada año el Estrecho de Gibraltar en primavera y otoño en busca del mejor clima y la mayor abundancia de alimentos. Cigüeñas blancas, milanos negros, culebreras, halcones abejeros, cernícalos o águilas pescadoras lo convierten en uno de los cinco puntos clave para estudiar las aves migratorias. Un espacio privilegiado que cuenta con una extensa red de observatorios a la que se acaba de sumar un equipamiento científico y educativo de primer nivel: el Centro de Investigación para la Migración y el Cambio Global (CIMA) en Tarifa.
El Estrecho se sitúa en dos intersecciones: la de los desplazamientos de Norte a Sur, de Europa Occidental al Magreb y el Sahel, y la del paso de especies entre el Mediterráneo y el Atlántico, lo que lo convierte en un nodo clave en las migraciones no sólo de aves, sino también de invertebrados, cetáceos, peces y otras especies. Allí se pueden obtener muchos datos con un esfuerzo relativamente reducido. En el caso de las aves, hace ya cuarenta años que se hace un seguimiento especializado de su paso por el Estrecho. Desde finales de los setenta, es la Gibraltar Ornithological & Natural History Society la encargada de recabar datos sobre el paso de las distintas especies. Y desde 1997 existe un programa de seguimiento integrado de la migración (Programa Migres) que cuenta con varios subprogramas de seguimiento (planeadoras, marinas y paseriformes), además de la información recabada por otras entidades.
Sobre esa base nace el CIMA, situado en Punta Camorro, en la antigua batería de costa D-8. Una superficie de más de 2.000 metros cuadrados que ha cambiado su uso militar por la investigación científica de la mano de las medidas compensatorias del segundo circuito de interconexión eléctrica España-Marruecos. Red Eléctrica de España es el principal patrocinador del centro, con más de 900.000 euros de aportación, aunque también han colaborado en el proyecto la Junta de Andalucía, el Grupo de Desarrollo Rural del Litoral de la Janda y el Ministerio de Defensa.
Allí se centraliza el trabajo de seguimiento que la Fundación Migres (encargada de la gestión del CIMA) viene realizando desde el año 2003. El centro parte del tradicional seguimiento de la migración de aves, sistematizado y realizado desde su propio observatorio (el del Estrecho) y los de Cazalla y Algarrobo. En ellos se sitúan los ornitólogos, colaboradores y voluntarios que realizan los conteos de aves en las épocas de migración: alrededor de medio millón de planeadoras (cigüeñas y rapaces), entre 750.000 y un millón de aves marinas y costeras y hasta 30 millones de paseriformes y afines (pajarillos) cruzan el Estrecho cada año y son recogidas en esos conteos. Las más llamativas son las planeadoras, que se concentran en el punto de menor distancia entre Europa y África con el objetivo de recorrer el menor espacio posible de mar en sus migraciones.
Esa contabilidad supone la base para uno de los objetivos científicos del centro, el estudio de los efectos de la actividad del hombre en las distintas especies, que aportan una información muy valiosa sobre los cambios en la salud de los ecosistemas. Unos efectos que ya hace tiempo que comenzaron a notarse, explica el coordinador científico del proyecto, Alejandro Onrubia. Así, gracias a los datos almacenados los especialistas han detectado modificaciones en los datos de aves en paso, con un aumento de las cigüeñas y aves rapaces y la disminución de pajarillos y de aves marinas. Unos cambios que "pueden ser poblacionales o en los patrones migratorios". Por ejemplo, las cigüeñas y rapaces han aumentado su paso por el Estrecho por la recuperación de las poblaciones, que ya no sufren el estigma de ser consideradas alimañas. Pero al mismo tiempo, muchas cigüeñas han dejado de migrar en la edad adulta; también han modificado sus fechas de movimiento, adelantando la vuelta en más de un mes, de forma que han cruzado de África a Europa entre octubre y noviembre.
Un efecto directo del cambio climático es el acortamiento en las distancias de migración de algunas especies. Así, hay algunas "que ya no llegan siquiera al Estrecho, como las grullas, gansos, ratoneros o milanos reales", apunta Onrubia. Otras mudan su estancia de invierno a la zona más al norte de África, como los milanos, las golondrinas o las lavanderas.
Los ornitólogos también trabajan con otro fenómeno: la llegada de especies africanas huyendo de un endurecimiento de las condiciones de vida al otro lado del Estrecho. Ya se han detectado 30, como el ratonero moro, el buitre moteado o el bulbul naranja, que empezó a criar hace cuatro años en Tarifa. "Es un indicador de que las condiciones de Andalucía se parecen cada vez más a las de Marruecos", destaca. ¿Y generan conflicto con las locales? "Esa es la pregunta que nos hacemos", remarca. "Algunas especies entrarán en competencia, otras ocuparán un espacio libre y ya hemos detectado, por ejemplo, que los ratoneros moros se están hibridando con los de aquí", indica.
Los datos se aplican en multitud de estudios, muchos de ellos para la conservación o reintroducción de especies, otra de las áreas de trabajo del CIMA, como los que se han hecho para arbitrar medidas que disminuyan el impacto de los parques eólicos. Según Onrubia, con la aplicación de un programa de vigilancia ambiental, en el que se han contratado ornitólogos que revisan los parques e incluso paran los aerogeneradores en situaciones de riesgo, se ha reducido casi un 70% la mortandad de aves.
Migres está trabajando ahora en un proyecto en Marruecos para prevenir la mortandad de las rapaces por el impacto con tendidos eléctricos, tras detectar a un punto de alta mortalidad. "Trabajamos en desarrollo sostenible, en compatibilizar las actividades humanas con la conservación de las especies", remarca.
La formación es otra de las grandes razones de ser del centro de Tarifa. Según explica su directora, Lola Cano, en él se dan cursos de formación profesional, para universitarios que quieren especializarse en "técnicas de seguimiento de la migración, análisis estadísticos o técnicas de reintroducción de especies". También acogen a jóvenes investigadores. Para ello cuentan con alojamiento y salas de trabajo, las mismas que albergan también a los voluntarios que acuden al centro.
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