El rastro del infierno
Las llamas dejan un reguero de árboles calcinados y cenizas en el entorno natural
La Cuesta Maneli ofrece uno de los parajes más desolados
Moguer/La devastación comienza en Mazagón. A pocos kilómetros del enclave costero donde se inició el incendio se divisan las primeras imágenes desoladoras de la catástrofe. Después de un primer espejismo de pinos verdes llega lo negro, la huella, el rastro del que ha sido el peor incendio de los últimos treinta años de Huelva y el que con toda seguridad ha causado el mayor daño ambiental. Las llamas han llegado casi al Parque Nacional de Doñana, y lo que puede ser peor han liquidado literalmente la zona de protección de la Reserva de la Biosfera, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. A partir de ahora, nada volverá a ser lo mismo. Un recorrido por la zona del incendio así lo delata. Ni siquiera el verde de algunos pinos puede camuflar el infierno entre un paisaje gris y reducido a cenizas.
Varios puntos de la A-494 que conduce en línea recta a Matalascañas son especialmente significativos de las terribles heridas causadas por el fuego al espacio natural, pero el desastre está más allá del asfalto de la carretera desde donde pueden verse los pinos verdes, otros carbonizados y dunas de arena blanca y negra.
El Parador de Mazagón ha sido unos los puntos que han sufrido los efectos de las llamas. Prácticamente todas sus instalaciones se han salvado del fuego pero el paraje no deja ningún género de dudas de la virulencia de las llamas que han azotaron la zona. El blanco de edificio contrasta con el negro y el gris de las cenizas. Toda la vegetación está calcinada por las llamas, que se quedaron a escasos metros del inmueble donde se alojan los turistas. Ayer, el parking de los bañistas que acuden a esta playa albergaba algunas vehículos. Abajo, en la zona de baño el chiringuito de hormigón que se está construyendo destacaba en el acantilado ajeno a cuanto ha ocurrido.
La dirección del parador trabaja a contra reloj para poner a punto el recinto turístico tras los daños sufridos. En estos días, el establecimiento ha desviado a los clientes que tenían reservadas sus habitaciones a otros paradores y a partir de este viernes comenzarán a recibirlos de nuevo.
El pasado lunes la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, visitó las instalaciones acompañada por la presidenta consejera de Paradores, Ángeles Alarcó, para conocer los desperfectos que había causado el incendio, por el que se vieron obligados a evacuar a sus clientes y empleados, unas 150 personas en total.
La tragedia se quedó a las puertas del Camping Doñana donde ayer continuaban el reguero de los usuarios de estas instalaciones, de las que cientos de personas fueron desalojadas y salieron huyendo presas del pánico, instantes antes de que el fuego arrasara cabañas de maderas, caravanas y el edificio de la recepción. La portada de la entrada al recinto en llamas es una de las imágenes que más se han repetido en medios de comunicación y redes sociales. Del fuego se salvaron media docena de caballos que se encontraban en el recinto. Su propietario los puso a salvo mientras las llamas acechaban por varios frentes.
Justo enfrente del parador y del camping, al otro lado de la carretera, se extiende un franja de varios kilómetros de pinos calcinados por las flamas que afectaron a toda la vegetación conforme fue cambiando el viento. Muchos de ellos son pinares de reproducción de los años 50 y 60 pero ya asentados en el paisaje del entorno de Doñana y también zona de expansión del lince ibérico. De hecho varios pasos subterráneos y elevados se construyeron en la zona.
La señal de las llamaradas se aprecia también conforme se avanza en dirección de los caminos por donde transitan las hermandades onubenses que peregrinan a la aldea de El Rocío coincidiendo con la romería de la Patrona de Almonte. Zonas de pino verde se alternan con otras en las que predominan lo negruzco de los árboles porque su combustión no se ha completado.
Uno de los panoramas más desolados lo presenta la Cuesta Maneli, cerrada ahora a cal y canto, porque no se puede transitar por ella. La pasarela ha desaparecido literalmente pasto del fuego. Tan solo perduran los anclajes de hierro que la sostenían a la duna. Lo que era un paraje natural de pinos, matorral y especies autóctonas, un enclave privilegiado que desembocaba en El Asperillo, donde hasta ahora se daban cita los bañistas que escapan de las aglomeraciones, es un páramo aún humeante.
El paisaje de árboles y arbustos carbonizados deja constancia de uno de los mayores desastres ambientales que se ha dado en la comunidad andaluza. Todo son cenizas, entre las que aparecen los restos calcinados de algún que otro camaleón, especie endémica de la zona. El blanco de la arena de las dunas apenas se distingue entre tanta negritud.
Desde lo alto de la cuesta, en dirección al Parque Nacional de Doñana, la panorámica es espectacular por los desalentadora. Masas completas de pinos quemados se entremezclan con otras renegridas, salpicadas por algunas verdes, una paleta de colores que obedece en parte a los vientos cambiantes que se registraron durante horas. Desde la altura se divisa que el fuego no ha alcanzado el corazón de Doñana, pero a punto ha estado. Recientemente, se había ampliado la superficie del entorno en 14.000 hectáreas, buena parte de ellas se han quemado. En cualquier casos todo el ecosistema está relacionado.
El incendio ha afectado a áreas de campeo de tres hembras territoriales de lince ibérico, según una primera evaluación que están realizando técnicos de la Consejería de Medio Ambiente sobre la afección del incendio, que en su perímetro se encuentran diversas áreas de presencia de lince ibérico, las cuales son fundamentales para la conservación de la especie, ya que es una zona valiosa para la población del núcleo occidental. En esta zona existen tres hembras territoriales, de las cuales dos tienen su área de campeo dentro del perímetro del incendio y una tercera a la que parece haberle afectado en un 50 % de su superficie
Ya no hay llamas desde hace días en las márgenes de la carretera que pudo convertirse en una ratonera como en el incendio reciente de Portugal pero el humo y el intenso olor a quemado permanecen.
Por la A-494 se puede transitar, después de que permaneciera cortada al tráfico durante las horas más incisivas del incendio, en las que las llamas saltaban literalmente de un lado a otro. A lo largo de la misma pinos y otras especies arbóreas esperan a ser repoblados, una restauración que algunos consideran urgente, porque la recuperación es lenta. En cualquier caso ya nada volverá a ser lo mismo.
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