El voto de toda la ciudad

Numeroso público asistió en la tarde de ayer a la procesión de la Virgen del Rosario y acudió también por la mañana a Santo Domingo, donde los cabildos municipal y Catedral renovaron el voto a la Patrona

Pablo-Manuel Durio / Cádiz

08 de octubre 2012 - 06:45

Era la quinta vez que salía este año a la calle. El calendario quiso que su fiesta cayera este 2012 en domingo. Se habían anunciado destacadas ausencias por la mañana y coincidían otros eventos de interés nacional por la tarde. Pero el 7 de octubre en Cádiz es el día de la Virgen del Rosario, de la Patrona. Y buena parte de la ciudad volvió a echarse a la calle para celebrar esta fiesta local en torno a la iglesia de Santo Domingo. El tiempo también acompañó a la perfección, incluso con unas temperaturas algo altas, para que la jornada resultara completamente redonda.

Por la mañana, la atención se centró en el santuario dominico. Allí tendría lugar a las once la función solemne en la que la ciudad, a través de la alcaldesa, Teófila Martínez; y este año el Cabildo Catedral también, renovaran el voto a la Virgen del Rosario. En esta eucaristía, que presidió el Marcelino Martín -al ser el canónigo de mayor edad debido a la ausencia del obispo, Rafael Zornoza, y del deán del Cabildo y a su vez vicario general de la diócesis, Guillermo Domínguez Leonsegui- participaron algo más de una decena de sacerdotes, una representación de la Corporación Municipal (con una docena de concejales del equipo de gobierno y tan solo dos de la oposición, los dos del PSOE), el subdelegado de Defensa, Vicente Pablo Ortels; o el jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Cádiz, Antonio Tocón; entre otros. Tampoco faltaron las representaciones del Consejo de Hermandades (solo tres miembros) o de las cofradías gaditanas (apenas una decena).

Al ser la primera vez que el obispo no asiste a esta función votiva, Marcelino Martín tuvo la oportunidad de explicar durante la homilía que en ese día el Cabildo Catedral también renovaba el voto que con motivo del maremoto de 1755 pronunció en favor de la Virgen del Rosario. "El voto de los dos cabildos es el voto de toda la ciudad", afirmó el oficiante, que destacó distintos aspectos que demuestran la fe y la devoción de los gaditanos a la Patrona: "el niño que deposita el nardo a los pies de la Virgen, la presencia del Ayuntamiento hoy aquí, la visita de las distintas comunidades durante la novena...", entendiendo por ello que la advocación de la Patrona de Cádiz es también "un instrumento de evangelización".

Previamente a las palabras de Marcelino Martín, la alcaldesa renovó el voto del Cabildo municipal en un año tan destacado como el del Bicentenario de la Constitución por en un momento "de incertidumbres propensos a la desesperanza". "Son muchas las dificultades que atenazan nuestras vidas porque al mundo no le van bien los números y, por eso, a la sociedad, no le va la vida tranquila ni sosegada", indicó Teófila Martínez, que pidió por el desempleo, por las mujeres maltratadas, los niños abandonados o los abuelos olvidados, entre otros asuntos.

A las doce y cuarto del mediodía finalizó esta solemne eucaristía, en la que cantó el coro de San Francisco, con un espontáneo aplauso del público asistente.

Y a partir de ese momento, dio paso a la parte más festiva, al lado más ciudadano del día de la Patrona. Nada más terminar la misa el público comenzó a entrar en el templo para ver a la Virgen, que presidía el altar mayor en su paso completamente preparado para la salida de la tarde. Algunos aprovechaban esos últimos instantes antes de la procesión para hacer la última ofrenda, ya fuera de flores o de alimentos, como la comunidad dominica pidió este año para ayudar así a los más necesitados. A estas visitas y ofrendas particulares se unió también el cortejo de la ofrenda floral que partió de la plaza de San Francisco acompañado de la agrupación musical Sagrada Cena.

Al igual que el interior de Santo Domingo era un hervidero, las calles de alrededor también se contagiaban de ese ambiente festivo, con las terrazas y los establecimientos hosteleros de la zona repletas de público.

Por la tarde, llegaba el turno de la procesión, del lado más cofrade de la Patrona. El cortejo partiría a las seis y media en punto desde Santo Domingo, lugar al que se iban acercando desde bastante antes las distintas representaciones de hermandades que participaron en la procesión. Todas se reunieron en el claustro dominico, desde donde el Consejo organizaba la salida y donde la banda de música Maestro Dueñas, de El Puerto, estrenó la marcha Virgen del Rosario Coronada, compuesta por el músico Pablo Ojeda y dedicada por la banda a la Patrona y en especial a su capataz, Juan Pidre, y a la cuadrilla de cargadores.

Mientras las representaciones -algunas acompañadas por sus directores espirituales, como Nazareno con Marcelino Martín o Merced con Balbino Reguera- iban cruzando el templo para salir a la calle, el prior de los dominicos, Pascual Saturio, hacía las veces de maestro de ceremonias y de narrador de la salida, explicando a las personas que había en los bancos cuál era cada hermandad y resaltando un dato o un aspecto de cada una de ellas. Así, el cortejo fue saliendo hasta que llegó la hora de que el paso de la Virgen bajara del altar mayor, en una maniobra a ruedas, mientras los músicos portuenses volvían a interpretar la marcha nueva, que luego por tercera vez se repetiría ya en la calle.

La presidencia de la procesión la ostentaban algunos miembros de la permanente, vistiendo chaqué, con su presidente Martín José García al frente, el subdelegado de Defensa, Vicente Pablo Ortells; cuatro concejales del equipo de gobierno y otros cuatro sacerdotes. Todos ellos antecedían al cuerpo de acólitos, que estrenaban los seis ciriales que se han confeccionado en los talleres sevillanos de Villarreal con aportaciones de los devotos de la Virgen.

A las siete y cinco de la tarde, el paso de la Patrona, que desprendía un intenso olor a nardos, propio del 7 de octubre, lucía ya en el Compás de Santo Domingo. Y la cuadrilla de cargadores comenzaba entonces su trabajo, siendo Virgen del Rosario de Beigbeder, como es también tradicional en la salida de la Patrona, la primera marcha que interpretaba la banda, con los músicos aún en el interior del templo.

Numeroso público aguardaba tanto en el Compás de Santo Domingo como en Plocia o en San Juan de Dios el paso del cortejo y de la Virgen, que un año más iba escoltada por reservistas voluntarios. Y así, poco a poco, la Patrona iba recorriendo las calles del recorrido, mientras la claridad de la tarde iba dando paso al anochecer. El tramo final de la procesión por la calle Sopranis, con balcones y fachadas engalanados o con una petalada preparada por un grupo de devotos, puso el punto y final a una intensa jornada en la que prácticamente toda la ciudad renovó su voto a la Patrona, la Virgen del Rosario.

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