La tragedia del gobernador Zapico
El 6 de agosto de 1936 fue fusilado el representante del gobierno de la República en Cádiz
Es sobradamente conocido que el gobernador civil de la provincia, Mariano Zapico Menéndez-Valdés, fue quien encabezó la larga nómina de fusilados en la brutal represión que sufrió nuestra ciudad siguiendo las directrices marcadas desde Sevilla por el general Queipo de Llano.
Son numerosos los textos que citan a Zapico, si bien no aportan mayor información personal que la de ser comandante de Artillería. Pero, ¿quién era realmente este personaje?. Hasta hoy pocos más datos biográficos se habían publicado. Ahora, su hoja de servicios y un manuscrito inédito, redactado hace siete décadas por un soldado, aportan luz sobre quien fue hasta el último momento de su vida todo un caballero y un hombre de honor.
Vida militar
Había nacido en la localidad asturiana de Pola de Laviana el 27 de octubre de 1890 y sus padres eran el primer teniente de Infantería Emilio Zapico Martínez -fallecido muy tempranamente- y Luisa Menéndez García.
Cuando todavía tenía 15 años de edad marchó a Segovia e ingresó en la Academia de Artillería, donde tras cursar sus estudios castrenses obtuvo en junio de 1912, el empleo de primer teniente. Nada más salir se incorporó a Melilla, ciudad entonces muy directamente afectada por las campañas de Marruecos.
Destinado al mando de una batería, su hoja de servicios fue forjándose durante los dos años siguientes en Melilla, Larache, Alcazarquivir, Zeluán y una infinidad de posiciones repartidas por todo el Protectorado. Como recompensa "por los méritos contraídos en los hechos de armas, operaciones efectuadas y servicios prestados" durante ese periodo, le fueron concedidas dos cruces de primera clase del mérito militar con distintivo rojo.
En octubre de 1914 pasó al Sexto Regimiento Montado de Artillería en Valladolid, donde permaneció tres años prestando servicio ordinario, hasta que a petición propia le fue concedida la situación de supernumerario sin sueldo.
Reincorporado al servicio activo en octubre de 1921 -ya como capitán- estuvo destinado en la Comandancia de Artillería de Menorca y después, en el Parque del Ejército en Valladolid. Un par de años más tarde fue nombrado profesor del Colegio de Huérfanos de Santa Bárbara y San Fernando en Carabanchel Alto.
Durante ese periodo contrajo matrimonio canónico con María Antonia Maroto Rodríguez, con quien tuvo siete hijos llamados José, Manuel, Purificación, Mariano, Carmina, Antonio y Luis.
En diciembre de 1926 fue destinado al Octavo Regimiento de Artillería a pie, en Astorga, pasando tres meses más tarde nuevamente a la situación de supernumerario hasta que en julio de 1928 se le designó para hacerse cargo de la administración del Colegio de Santa Bárbara y San Fernando.
En diciembre de 1930 ascendió a comandante y tras la proclamación de la Segunda República se le confirió el mando del Grupo de Artillería Antiaérea número 1 en Madrid, realizando sendos viajes para asistir a las experiencias de material artillero en Bélgica y Holanda, destacando por sus conocimientos técnicos.
Gobernador civil de Cádiz
El 11 de marzo de 1936, cesó en su destino y de conformidad con el Consejo de Ministros y a propuesta del presidente del gobierno, Manuel Azaña Díaz, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora Torres, lo nombró gobernador civil de la provincia de Cádiz.
Simultáneamente se aceptó la dimisión de su antecesor, José Montañés Sereno, como consecuencia de los graves incidentes acontecidos tres días antes en la capital gaditana, donde un grupo de extremistas incendiaron las iglesias de la Merced, Santa María y Santo Domingo.
Difícil tarea tenía por delante Zapico, máxime si se tiene en cuenta de que desde la proclamación de la Segunda República le habían precedido en su cargo trece gobernadores, de los cuales tres de ellos en los tres primeros meses de 1936. Ello no era un sello de identidad de la provincia gaditana sino fiel reflejo de la convulsa situación política que se vivía en España y que había motivado también un número similar de ministros de la gobernación desde el 14 de abril de 1931.
Pero ahora no había sólo un nuevo gobernador civil. El 20 de marzo de 1936 Diario de Cádiz publicaba en portada las fotos realizadas por Dubois, tanto a Zapico como al nuevo gobernador militar, el general José López-Pinto Berizo. La ironía de la historia pondría frente a frente, cuatro meses después, a los dos oficiales de Artillería.
La sublevación
Sobre las cuatro de la tarde del 18 de julio, las tropas de los regimientos de Artillería de Costa número 1 y de Infantería número 33, rodearon el edificio del gobierno civil, donde Zapico se había atrincherado con un grupo de guardias de Asalto mandados por el capitán Antonio Yáñez-Barnuevo, también procedente de Artillería y otro grupo de personas, militares y civiles. El desenlace de lo ocurrido ya es suficientemente conocido.
Sin embargo, el reciente hallazgo de un extenso manuscrito hasta ahora inédito, redactado el 20 de junio de 1938 por Miguel García Hervías, ha permitido conocer numerosos detalles de lo acontecido en su interior. Dicho joven había sido testigo de todo lo sucedido en la tarde-noche del 18 al 19 de julio, pues siendo soldado de cuota de infantería fue detenido a punta de pistola por militantes frentepopulistas y trasladado al gobierno civil junto a varios compañeros cuando intentaban incorporarse a su cuartel.
A lo largo de tan valioso texto se perfila como principal protagonista, la singular figura de Mariano Zapico, y de quien su autor siempre afirmó, que se trataba de todo un caballero. Gracias al minucioso relato de aquel joven soldado hoy día se conocen numerosas anécdotas.
Entre ellas destacan como el propio Zapico impidió que los frentepopulistas registraran a los militares allí detenidos, diciendo "¡a los militares no se les cachea nunca!"; la contestación de "¡no me rindo ante ningún poder faccioso!" que le espetó al comandante Manuel Baturone Colombo, cuando al comenzar el cerco le pidió que se entregara; o como reprochó a un frentepopulista que se lamentó en voz alta de no haber disparado a aquél por la espalda cuando abandonaba el gobierno civil, "¡Eso no!. ¡Era un parlamentario de guerra y a los parlamentarios de guerra se les respeta siempre!".
Zapico, a quien como escribió García Hervías, se le "veía" el uniforme por encima del traje de paisano, tenía un alto sentido del honor, motivo por el cual nunca entendió las traiciones que sufrió. De ideas muy claras al respecto, cuando el 28 de julio le tomaron declaración indagatoria, hizo constar que si él hubiese cometido el paradójico delito de rebelión militar del que se le acusaba, "hubiera merecido el desprecio de las personas de honor".
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