Decálogo de zonas verdes

Crónicas del Doce

La apertura de un nuevo jardín o una renovada plaza siempre es una buena noticia para una ciudad con tan escasos espacios públicos. Su mantenimiento debe ser una prioridad para el Ayuntamiento pero también para el propio ciudadano para evitar así futuras inversiones.

Imagen del nuevo parque de Santa Ana.
Imagen del nuevo parque de Santa Ana.

01 de septiembre 2008 - 01:00

Teniendo en cuenta la falta de zonas verdes de las que se disfrutan en la ciudad y la lentitud con la que éstas se ponen en marcha es conveniente ofrecer un decálogo sobre la complicada relación histórica entre los parques y Cádiz, para su mejor comprensión y mayor disfrute.

Uno: Los ciudadanos deben asumir que desde que se anuncia la construcción de una nueva zona verde (plaza, jardín o parque) hasta que se procede a su inauguración transcurrirá un tiempo que se contará siempre por años. La plaza de Santa Ana, ejemplo de una verdadera zona verde inaugurada hace unos días, ya se habilitó como tal hace más de cinco años, cuando se abrió la biblioteca anexa. La dejación municipal y ciudadana acabó con su abandono y, ahora, la duplicación del gasto público para recuperarla. Otro ejemplos ya históricos de tardanza: el parque de Astilleros y el de Varela (años y años) y los jardines del cementerio, aún sin comenzar su ejecución. Por contra, y por aquello de su valor electoral, fue ejemplar la rapidez con la que se construyó el parque de los Cinco Continentes, sobre el soterramiento.

Dos: No se debe confundir zona verde con plaza de cemento de las que esta ciudad cuenta con importantes ejemplos: plazas de Carlos Díaz o La Habana, entre ellos. Aunque a posteriori se instalen grandes macetones, no dejan de ser jardines frustrados.

Tres: Si la ciudad, a través de su Ayuntamiento, invierte miles de euros en este tipo de equipamientos, conviene mantenerlos a diario. La reducción de la plantilla de guarda jardines ha provocado la evidente falta de vigilancia en buena parte de ellos.

Cuatro: Las plazas, jardines y parques son para todos los ciudadanos y éstos deben participar de forma activa en su cuidado y mantenimiento. Varela es un claro ejemplo claro de vandalismo: abundantes pintadas y destrozos en el variado mobiliario urbano, especialmente en el parque arqueológico.

Cinco: Sería ideal que los propietarios de canes enseñasen a sus perros a defecar en sus propias viviendas, evitando de esta forma la utilización de los jardines públicos como aseos particulares. De nuevo Varela se convierte en ejemplo de este incivismo ciudadano. Aquí se une la falta de educación con la ausencia de vigilancia (ver punto tres).

Seis: Siguiendo con el vandalismo. Tiene nuestro Ayuntamiento una clara tendencia a vallar todos los espacios libres urbanos. Cree que de esta forma evitará los mencionados actos vandálicos. Lo ocurrido, de nuevo, en Varela y también, en su momento, en San José, demuestra que es una apreciación errónea. Ahora amenaza con cerrar el chalé de Varela e incluso Santa Ana si se producen destrozos: reflexionemos de nuevo sobre los puntos tres, cuatro y cinco.

Siete: Hay que tener visión de futuro a la hora de proyectar zonas verdes. Tras años (cómo no) de espera, se está trabajando ya en la recuperación del foso de Puerta Tierra donde antaño se encontraba la guardería del Pelíkano. Es una obra 'en fases', como le gusta ejecutar a este Ayuntamiento, cuando lo lógico hubiera sido actuar con un plan integral ya que hablamos de un recinto a pie de un Monumento Nacional: senderos peatonales, farolas más acordes al entorno y no tan modernas como las que se han instalado (según dicen, por equivocación), paneles explicativos de la zona (como los que existen en la zona arqueológica de Varela) e incluso una pequeña cafetería aprovechando el local subterráneo existente junto a las escalinatas de acceso (y así evitamos sustos posteriores por parte de la Junta). Sería ésta una forma lógica de invertir el dinero público y no duplicar gastos cuando, dentro de unos meses o años se ejecute la segunda fase del plan.

Ocho: Atención con el entorno y, sobre todo, con la legislación urbanística. Algo debe fallar cuando se aprueban proyectos para locales de hostelería en zonas libres de la ciudad y la Junta dice que entra en conflicto con el PGOU. O bien en el Ayuntamiento no se saben su propia normal municipal o desde la administración regional se quiere jugar a oposición política (por cierto, con mayor contundencia que en casos más escandalosos como los que ocurren por las zonas costeras).

Nueve: A falta de grandes equipamientos de ocio hay que aprovechar al máximo el uso de las plazas más allá de lugares de descanso. En los últimos años se ha avanzado de forma considerable en este sentido. El Área de Familia desarrollar un programa de usos alternativos, aunque muy limitado en el tiempo. Catedral se plantea como un futuro recinto para conciertos 'selectos'. Mina debería de recuperar su templete central y, con él, la oferta de música clásica los fines de semana. Y en verano, las plazas con cine.

Diez: En este modelo de ciudad turística, de ocio y cultura que la mayoría defiende, plazas, jardines y parques, deben tener un papel fundamental. Los intereses extremadamente particulares de algunos ciudadanos (como en Santa María del Mar, donde nadie ha protestado por el estado de abandono del mirador) no deberían de afectar a proyectos de valor para el conjunto (siempre que se cumpla la legalidad urbanística y la estética del entorno).

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