Hundidos por el levante
Temporal
Los vendedores ambulantes de las playas reconocen el perjuicio que supone para las ganancias el persistente viento durante este verano.
El paisaje playero a primera hora de la jornada tiene una imagen característica a diario, esa no es otra que la de hombres y mujeres cargando carros con neveras. Contra todo pronóstico, a juzgar por el cabizbajo caminar, avanzan. Ellos lo saben, su trabajo se percibe como uno de los más sacrificados, pero la necesidad les despierta cada mañana a empujar esos aparatosos bártulos que para el turista y el bañista suponen un refresco rápido y eficaz a pie de playa.
Si de por sí es sacrificada la labor de los vendedores ambulantes de refrescos y patatas, más lo es cuando el levante hace su aparición estelar, mermando de esta forma el ritmo de ventas. Uno de los más veteranos es Santiago Álvarez, quien con una sonrisa pregona 23 años de experiencia a sus espaldas. "El año pasado hicimos el agosto en julio y este año estamos haciendo el agosto en agosto. Después del Trofeo ha habido mucha gente. Ha habido menos levante que en julio y hemos tenido la suerte de que ha cuadrado la marea baja, de otra forma no podemos trabajar", asegura Santiago, mientras uno de sus clientes habituales le llama por su apodo. Ayer fue una mañana de levante, pero la marea baja de las primeras horas posibilitó el trabajo de este vendedor. "El lunes por la tarde aquí no había nadie con la marea alta. Ni la gente ni nosotros venimos. He bajado hace 20 minutos (eran las 11 y media de la mañana) y ya hasta las 7 y media o las 8 de la tarde, y así todos los días", explica.
Los horarios para estos vendedores tienen una circunstancia especial. "Hay veces que ni como, porque cuando la gente está comiendo...", agrega. Y es que para ellos, cuando la gente se sienta en las sillas de playa a sacar todo un arsenal de fiambreras, empieza el momento de trabajo más agitado de la jornada. Las horas puntas se sitúan entre las dos y las cuatro de la tarde.
Respecto a las ganancias, para Santiago un día normal puede suponer beneficios de entre 30 y 40 euros. Los días de levante son un dolor de cabeza y no sólo en sentido figurado. "He perdido diez días este año, de ni pisar la playa. Otras veces lo he intentado y se ha vendido aunque sea poco. De los 23 años, pocos como este. No te voy a decir ninguno porque son muchos años", reconoce.
A pocos metros, Rafael Álvarez también emprende sus primeros minutos de trabajo. Al contrario que Santiago, para Rafael el mes de agosto está siendo un desastre. "Este año de levante se nota bastante en las ventas. No se pueden calcular las pérdidas. Las ventas dependen del viento, del número de personas, del día, no hay una cifra fija. Pero ahora si que hay un buen descenso en el consumo", confiesa. Aunque, finalmente, se atreve a dar números estimados de lo que supone buscarse la vida en la playa a más de 30 grados soportando el peso de un carro con latas, líquido y hielo. "Un día bueno tiene que ser sábado o domingo, sobre todo domingo. Con suerte, se le sacan casi 200 euros. Y un día malo de levante pueden ser unos 30 euros. Mientras a mi la playa no me cueste dinero, vendré", comenta Rafael, que cumple su cuarto año sobre la arena.
En este caso, cada vendedor tiene establecida una ruta habitual. En el caso de Rafael, llega a la playa por el módulo 3 para enfilar su camino hasta la escalera de caracol de Santa María, para después de vuelta llegar al castillo de Cortadura. El hecho de descartar entrar en Santa María no es otro que la lejanía de la zona de descarga de mercancía, donde acude Rafael a por más género. Además, admite que para él existen dos puntos calientes de venta, donde se nota una mayor afluencia de público dispuesto a consumir. "Hay dos zonas. Una a partir del módulo 4 hasta llegar al castillo de Cortadura y la otra sería la zona de Isecotel, la antigua zona de la ballena azul", concreta.
Un poco más adelante, Inmaculada se detiene para mirar por dónde empezar el trayecto. Ésta se dedica a la venta de patatas fritas a pie de playa, sin guardar un tono crítico con la expedición de licencias municipales para venta ambulantes en la playa Más allá de eso, asiente los efectos nocivos del levante para el sector. "Dan céntimos", dice sobre los productos que vende a duras penas, según confiesa. El pasado domingo no fue malo del todo, no hubo levante y consiguió hacerse con 140 euros. Para ello tuvo que estar de once de la mañana a nueve de la noche. Eso sí, avisa que los beneficios para su bolsillo siempre son la mitad de lo vendido. Al mirar su equipaje, lamenta tener que "tirar" en varias ocasiones "bastantes" envoltorios de patatas sin abrir para evitar servirlos en mal estado por culpa del calor. Pese a que le cuesta el dinero, prefiere aportar algo de garantías a los bañistas. "Yo si he estado con marea alta también vendiendo patatas. He estado 10 días sin poder moverme de la cama con una ciática y lumbalgia por ir por la arena seca. No tengo más remedio, porque en mi casa no tenemos nada", manifiesta Inmaculada.
Un levante que hasta el momento está socavando la economía de estos vendedores buscavidas.
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