El viaje inolvidable del guardiamarina Juan Carlos
Un día como hoy, hace 50 años, el 'Elcano' iniciaba en Cádiz el crucero de instrucción en el que participó el entonces Príncipe
Hace poco más de tres años, en un encuentro de la promoción de la Escuela Naval de Marín a la que pertenece el Rey, don Juan Carlos comentó jocosamente a sus compañeros que él era el único que seguía en activo. No le faltaba razón, pues ya habían pasado más de cuatro décadas desde que este grupo de marinos había culminado su periodo de formación en la Armada y ya estaba retirado.
La camaradería ha sido siempre la nota dominante en la relación del monarca con sus compañeros de promoción de la Armada desde que se integró en ella en el cuarto curso de carrera allá por septiembre de 1957, y con la que compartió formación tanto en la Escuela Naval como en el buque escuela Juan Sebastián Elcano. Hoy se cumple precisamente medio siglo de la salida del puerto de Cádiz del trigésimo crucero de instrucción del buque de la Armada en el que participó el entonces Príncipe.
Bajo el mando del capitán de fragata José Ramón González, el Elcano salió del puerto gaditano a las diez de la mañana del 10 de enero de 1958 e hizo escala en Las Palmas, Ciudad Trujillo (hoy Santo Domingo), Colón, Balboa, Callao, Cartagena de Indias, Norfolk, Annápolis, Dublín y Brest para concluir en Marín el 12 julio del mismo año. Don Juan Carlos tomó parte hasta Norfolk, y desde Annápolis regresó a la Escuela Naval para realizar prácticas en los minadores con la promoción siguiente.
La convivencia diaria con el mar y la relación con distintos pueblos, lenguas y culturas convierten el viaje en una experiencia inolvidable para quienes lo realizan. Así debió ser también para el actual Rey de España, que en el barco "era un guardiamarina más", explica José María Vallarino, capitán de navío gaditano ya retirado que fue profesor de navegación marítima en el buque de la Armada durante el crucero en el que participó don Juan Carlos.
El Príncipe hacía sus guardias correspondientes, asistía a clase, subía a los palos del buque y dormía con sus setenta compañeros en la camareta colectiva. Y recibía los mismos arrestos que los demás, que consistían en 'crepúsculos matutinos' por el que los alumnos castigados debían levantarse entre las tres y las seis de la mañana (dependiendo de la situación del barco) para observar la estrellas y calcular la situación astronómica.
Si en el buque don Juan Carlos era un guardiamarina más, "cuando llegaba a los puertos le daban la paliza padre, lo llevaban de un lado a otro", recuerda José María Vallarino. Y es que, en las ciudades de escala, sobre todo en las hispanoamericanas, instituciones y entidades organizaban recepciones y fiestas en honor al Príncipe. "En realidad él quería estar con sus compañeros", apostilla su profesor mientras recalca que al actual monarca le gustaba practicar la navegación astronómica.
Además de los actos oficiales que se celebraban en cada ciudad, el crucero dejó para el recuerdo cientos de anécdotas (se cuentan algunas en esta página) relacionadas con el Príncipe y la expectación que creaba su presencia en los lugares donde paraba el buque. Así ocurrió en Las Palmas, primer punto de destino. Los guardiamarinas acudieron invitados a una fiesta en el Club Náutico, y tal fue el asedio que sufrió don Juan Carlos por parte del numeroso público asistente (sobre todo chicas) que sus compañeros no tuvieron más remedio que esconderle en otro salón del club.
Una vez cruzado el Atlántico, el Elcano atracó en Ciudad Trujillo (Santo Domingo). En esta ciudad el Príncipe empuñó por primera vez la bandera española en un desfile de guadiamarinas en un acto ante la tumba de los fundadores de la nación. Don Juan Carlos volvería a ser abanderado en posteriores ceremonias en otras ciudades.
Un hecho habitual en cada estancia era la presentación a don Juan Carlos de las jóvenes más guapas del lugar. En Perú conoció a la Miss Universo del año anterior, Gladys Zender, y en Cartagena de Indias a Luz Marina Zuloaga, que había ganado el mismo concurso de belleza en 1958.
Las duras jornadas de formación en el buque escuela se compensaban con las fiestas a las que eran invitados los guardiamarinas en las ciudades de escala. Manuel Fernández Rivera, compañero de promoción de don Juan Carlos, recuerda a la perfección la macrofiesta que organizó un acaudalado ciudadano apellidado Múgica en la hacienda Chosica, cerca de Lima. "Es imposible olvidar aquel día, no faltó de nada, había varios escenarios con baile, grupos danza, asadores de carne...". De aquella fiesta salió la que se convirtió en la canción de la promoción, La flor de la canela, que aquella noche interpretó su autora, Chabuca Granda.
Fernández Rivera recuerda al entonces Príncipe como un joven "cercano, bromista, sencillo y muy integrado en su promoción".
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