El hombre de la foto
Un investigador privado gaditano localiza a un vecino de la ciudad desaparecido hace 22 años · Vive como un ermitaño en la sierra de Huelva
Salió de su casa y no volvió. Apenas superaba la cuarentena, divorciado y con dos hijos que aún no había llegado a la adolescencia. Su desaparición alertó, lógicamente, a las fuerzas de orden público. Se investigó el caso durante meses hasta formar parte del largo listado de personas desaparecidas.
Luis (nombre ficticio) tenía 41 años cuando no volvió a su piso de Cádiz. Hace ya veintidós años. La infructuosa investigación realizada por la Policía Nacional llevó a su familia a perder toda esperanza de verle de nuevo, hasta el punto que su exesposa creía que había fallecido.
Sin embargo, a medida que transcurrían los años y los dos niños pequeños cumplían años crecían en ellos la duda sobre la verdadera situación de su padre desaparecido. No creían en su muerte y reclamaban el retorno de la búsqueda.
Es el momento en el que en esta historia aparece Tomás Toledo, director de Gades, un centro de investigación privada con cuarenta años de oficio y muchos desaparecidos localizados gracias a sus gestiones. Toledo fue contratado por la familia el pasado mes de febrero. Querían saber su el padre vivía y, en este caso, cómo se encontraba y, sobre todo, dónde estaba.
Como cualquier película de detectives que se precie, Tomás Toledo se puso en marcha con una única fotografía del desaparecido con 30 años de antigüedad. Teniendo en cuenta no había dejado rastro algo en el plano laboral y económico, ni papel alguno en Hacienda o en la Seguridad Social, esta vieja fotografía se convertía en el único lazo con el presente.
Sólo cabía comenzar a hacer kilómetros. Los mismos que separaban al detective de cementerios, hospitales, casas de acogida, residencias de ancianos de buena parte de Andalucía. La vieja foto de Luis fue enseñada también en cortijos, restaurantes de carretera, a vecinos de los pueblos. Nada. Respuesta negativa en todos los casos. Toledo temía que su cliente iba a tener razón y que el desaparecido ya no volvería.
Hasta hace apenas una semana. La ruta de Tomás Toledo le había llevado a la provincia de Huelva, al borde de la frontera con Portugal, a escasos kilómetros de Ayamonte. Con la foto a cuesta comenzó a escuchar de un personaje, un ermitaño, al que se le conocía como 'el extranjero', que apenas se relacionaba con la comunidad pero que tampoco entraba en conflicto con ella.
Las monjas del convento de las Hermanas de la Cruz le dieron la pista definitiva. Sí, aunque el personaje de la foto había cambiado mucho, lógicamente, le reconocieron. Era ese hombre de casi dos metros de altura, con una larga barba y mucho pelo, que vivía en una casa medio en ruina en medio del monte y que sólo bajaba para conseguir la comida que le daban las monjas y otras familias del lugar.
Tomás concluyó su trayecto iniciado el pasado mes de febrero subiendo al monte onubense, topándose con una casa semiderruida, y encontrando en ella a un hombre de más de sesenta años, tranquilo, de larga barba e imponente aspecto. Le habló de Cádiz, de su familia...
Con el trabajo cumplido, Tomás Toledo retornó hace unos días a Cádiz y enseñó ante una sorprendida cliente las pruebas de que Luis vivía y que se encontraba en perfecto estado de salud. Ahora el paso de reencontrarse con su exmarido y que los hijos conozcan al padre del que apenas si les quedaban unos recuerdo, queda únicamente en el ámbito familiar.
"Ha sido muy complicado. Muchos kilómetros recorridos, muchas preguntas sin respuesta positiva, sólo con una foto de una persona que ahora es completamente diferente", reconoce Tomás Toledo. Lleva cuarenta años y en ese tiempo ha encontrado a muchos desaparecidos, pero reconoce que muy pocos les ha dado tantos 'problemas' como éste. ¿Y seguir otros casos de gaditanos que no han vuelto a casa? Tiene claro que sólo actúa allí donde le llaman. Como pasó con Luis.
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