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Cádiz | poli ejido · la crónica
La cuestión era ganar y se logró. En un fútbol donde manda el pragmatismo y el resultadismo debería ser suficiente, pero pocos serían los cadistas que se marcharon ayer realmente contentos del Carranza. Su equipo tiene 38 puntos ahora y eso sirve para tomar algo de oxígeno, pero las sensaciones que transmite este Cádiz son preocupantes. Por mucho ejercicio de optimismo que se haga, se llega finalmente a la conclusión de que es un equipo desordenado y sin confianza que depende en exceso de que se le encienda la bombilla a los dos o tres jugadores con cierto talento que tiene en sus filas.
La impresión es que el Cádiz va a peor. Será porque el fútbol es un estado de ánimo y ahora los jugadores amarillos actúan presa de los nervios por no se sabe muy bien por qué. A buen seguro que los futbolistas del Cádiz no tienen el nivel que muestran en estos momentos. A muchos de ellos se les ha visto buenas actuaciones vistiendo de amarillo y no hay que caer en la tentación de descalificar a media plantilla, pero es un hecho evidente que el funcionamiento colectivo es deficiente y que el rendimiento individual deja mucho que desear en la gran mayoría de los casos.
El Cádiz ganó al Poli Ejido porque tiene un futbolista llamado Natalio que, sin necesidad de ser regular, tiene chispazos que desequilibran partidos en esta categoría. Y también ganó porque, todo hay que decirlo, enfrente estaba un rival que se jugaba la vida y que, increíblemente, saltaba al campo con un defensa de cinco hombres y casi sin recursos para hacer el mínimo daño del centro del campo hacia adelante. No se trata de restar méritos a los cadistas, sino de analizar una actuación que podría haber servido para tranquilizar a la afición. Y viendo cómo ganó ayer el Cádiz, las dudas se mantienen.
Los primeros 20 minutos de partido no aportaron casi nada. El Cádiz no era capaz de ejercer un dominio efectivo y se limitaba a lanzar pelotazos a Bangoura. Nuevamente incurre en el error de recurrir constantemente al juego directo hacia el africano, olvidándose de entrar por las bandas. La primera vez que lo hizo estuvo cerca de marcar, en una internada de Gustavo López, cuyo buen centro fue rematado por Enrique. El portero del Poli se lució y animó un poco el ambiente, pero el Cádiz seguía siendo un bloque estático y sin ideas.
Afortunadamente, en el mercado invernal ha llegado un tal Natalio que ya lleva cuatro goles y que le basta que un balón caiga del cielo tras el despeje de un defensa para enganchar un gran disparo y poner por delante a su equipo. Eso sucedió antes de que se cumpliera la primera media hora y la cosa prometía, aunque estaba muy reciente el recuerdo del partido contra el Castellón, cuando también se puso por delante y después las pasó canutas.
En esta ocasión tampoco fue capaz de llevar el control del partido y de jugar con la ansiedad del rival, aunque a decir verdad era complicado que esto sucediera porque el Poli Ejido, quizá teniendo claro en el subconsciente que es carne de cañón, no varió un ápice su estilo. Sí, pasó el centro del campo con mayor frecuencia, pero no inquietó para nada a Contreras antes del descanso. Más cerca estuvo el segundo tanto amarillo con una falta directa lanzada por Gustavo López.
La dinámica no cambió casi nada en la segunda parte. El equipo de Calderón era incapaz de ir a por el segundo tanto, seguramente para no correr riesgos. Ya tiene experiencia en eso de ser castigado al mínimo fallo y prefirió contener antes que dejar espacios para que los aprovechara el moribundo conjunto almeriense. Lo más peligroso de los celestes llegó en el minuto 52, cuando Toedtli pudo rematar un centro desde la derecha, pero se lo impidió hábilmente Gonzalo Vicente en una acción que pudo ser penalti y que ha sido de lo más positivo que ha aportado el uruguayo desde su llegada.
La posesión se dividió, Castro Santos metió otro delantero de referencia, dio entrada a Kike por Curro Vacas y confiaba en que sus hombres fueran capaces de pescar en río revuelto. Cierto sector de la afición amarilla silbaba cada vez que sus jugadores retrasaban un balón y el ambiente empezaba a estar caldeado, pero desde Fondo Sur surgió un cántico que dio algo de vida al equipo cadista, aunque seguía sin pisar el área celeste con opciones de cerrar el negocio. Tuvo que ser una falta de entendimiento entre Castells y su portero la que propiciara el tranquilizador gol de Natalio. Así concluía un partido que aportará sosiego tras una semana delicada, pero que no despeja las dudas que ofrece un equipo que parece preocupantemente perdido.
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