El Alambique
Manolo Morillo
Betilo
juan garcía larrondo. escritor
Juan García Larrondo (El Puerto de Santa María, 1965) presenta el jueves en la Fundación Alberti a las 19:30 horas Diálogos, fragmentos y otras levanteras (Teatro y perversos incompletos), su noveno y más reciente libro, concebido como una suerte de híbrido entre el soporte electrónico y el tradicional, en el que recopila su obra dramática. El trabajo, publicado por Ediciones El Boletín en colaboración con la Fundación SGAE, reúne una selección de textos breves y fragmentos de sus obras más reconocidas, escenificadas o recitadas por intérpretes como Emilio Gutiérrez Caba, Paca Gabaldón o María Galiana, que han deparado significativos premios en nuestro país (Teatro Romano de Mérida, Marqués de Bradomín, Hermanos Machado) y fuera de nuestras fronteras. Larrondo, guionista de series televisivas como Arrayán o Plaza Alta, empieza a coquetear con la posteridad.
-¿Las vidas de los escritores son los ríos que van a dar en la mar, que en este caso no es el morir, sino una antología?
-Si lo analizamos así hay que aclarar que esta antología sería incompleta, pues supone una parada, no un punto y final. Quiero seguir imaginando, adentrarme en otras disciplinas. El afán de los autores es dejar sus vivencias y experiencias para cuando ya no estén aquí. Resulta una manera tan válida como cualquier otra de traer más luz al mundo, de aferrarnos a la eternidad, si es que algo así resulta posible. He querido dejar mi creación escrita en un formato que pueda durar incluso en los tiempos en que se vuelva a ir la luz. A la vez, esta recopilación responde a una inquietud mía de cerrar un capítulo de mi vida y empezar otro.
-Treinta años de teatro. Un periodo muy variado en géneros y momentos históricos en los que ubicar las obras.
-Me licencié en Geografía e Historia, es inevitable que este aspecto aparezca. Me gusta darle verosimilitud a mis composiciones y fijarlas en un escenario temporal concreto supone una buena estrategia para cumplir ese deseo. Siempre digo que soy un poco arqueólogo de las emociones, desarrollo personalidades complejas. Al final derivo en un creador un poco inclasificable, de temáticas muy diversas. Ando siempre contaminando géneros, confrontando épocas. Casi todas mis obras esconden enfrentamientos entre posturas aparentemente contrarias que acaban finalmente tocándose entre sí. Busco nuevos caminos para entenderme, para comprender el mundo y conseguir que todo encaje, cosa que veo apasionante e imposible.
-La selección incluye un Diálogo en Mi Mayor. La revisita de Larrondo a Larrondo aflora heridas del alma.
-Inspira un diálogo muy triste, con mucho de despedida. Hay momentos en los que creo no haber llegado a donde podría o querría haber llegado, pero no lo digo en términos de fama, de popularidad, sino desde una perspectiva íntima. 30 años dan tiempo para aprovechar la vida más de lo que yo lo he hecho. He alcanzado el medio siglo y la valoración sobre las expectativas formuladas hace quince años resulta negativa. Ese diálogo constituye la parte de más clausura del libro, de más cierre de una época para empezar otra. Siempre te hubiese gustado escribir más, emprender otros caminos... pero evito el pesimismo. Si recuerda, al final, la lengua consigue huir. Es la metáfora por la que escapo a mi destino, dejando una rendija para no perder del todo la esperanza. Si tengo suerte la obra maestra de mi vida estará por llegar.
-En algunos fragmentos se da uno de bruces con la crueldad: Celeste Flora, Ego sum lux mundi, Malquerencia...
-Me gusta que el espectador, el lector, se estremezca, que no se quede indiferente. Pero mis personajes, pese a la atrocidad, nunca son del todo malos: Flora, que ha asesinado a varias niñas, se enternece ante las plantas, la medusa que mata en la noche de San Juan fue capaz, previamente, de amar de manera desaforada. Mis criaturas presentan muchos posos, pero es que así, con esas capas, reflejan lo que somos. Creo en la maldad y en la bondad y en que nos movemos continuamente entre uno y otro extremo. Lo reconocieríamos si fuésemos sinceros. El teatro es para mí una reivindicación de la verdad más escandalosa.
-Y esa verdad puede mostrar lo trivial que resulta muchas veces nuestro entorno. Hay cierta caricaturización en Antes que nada, mi chocho, pero las referencias son claras. Algunos programas televisivos adquieren tintes esperpénticos.
-Personajes como Valeria Taylor o su representante, Meteora, escenifican cómo nos hemos cargado la televisión cuando podía haber sido el mayor invento de la historia. Los modelos de las nuevas generaciones no son personas que han hecho algo importante por la humanidad, sino que atienden a clones vacíos.
-Su obra no elude la irreverencia. Menciono Antífona a Santa Rita del colon irascible o La cara okulta de Selene Sherry.
-Mi educación es cristiana, sólo hablo de lo que conozco. Mi evangelio puede ser un poco irreverente pero no contraría a los escritos. Soy muy respetuoso, nunca ataco las creencias religiosas. De hecho, me considero tremendamente espiritual. Lo que sí hago es defenderme de algunos dogmas que juzgo agresivos. Creo que la sociedad necesita ser mucho más laica de lo que es. Llevo toda mi vida buscando a Dios pero no lo encuentro. Me encantaría hallarlo. Lo más parecido a mi concepto de divinidad que descubro en este planeta reside en lo animal, en lo sobrenatural, en el medio ambiente... y eso me causa mucha tristeza y vacío. Yo creo que si existe un Dios será de todos, de los buenos, de los malos y de quienes nos movemos a mitad de camino.
-Se observa también la presencia de elementos de fantasía, oníricos.
-Sí, es verdad. Con ese tipo de creaciones me siento más a gusto para explicar lo que desconozco de la vida.
-¿Piensa en la poesía o la novela como nuevos retos?
-El reto es la literatura en sí, ser capaz de usar todos los géneros. Pero he de confesar que contemplo como asignatura pendiente hacer el guion de una película. Quizá de animación.
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