Pérez Azaústre bucea en la vida con su novela 'Los nadadores'

El autor cordobés presenta en La Clandestina una obra, editada por Anagrama, en la que la piscina se convierte en una gran metáfora de la soledad y la existencia

Joaquín Pérez Azaústre, a la derecha, ayer en La Clandestina junto a Javier Vela.
Joaquín Pérez Azaústre, a la derecha, ayer en La Clandestina junto a Javier Vela.
J. A. L. /Redacción / Cádiz

05 de junio 2012 - 05:00

La piscina como metáfora del mundo, de la soledad y de sus peligros. La librería La Clandestina de Cádiz acogió ayer tarde la presentación de la nueva novela del poeta y narrador Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976), Los nadadores, un inquietante relato de raigambre kafkiana sobre el vacío y el sentido de pérdida de la vida contemporánea. Javier Vela acompañó a Pérez Azaústre en la presentación de su novela, la cuarta que escribe el autor cordobés y la primera que ve la luz bajo la batuta de la editorial Anagrama.

Los nadadores, según la crítica, confirma la gran calidad de este joven escritor, que ya ha publicado numerosos poemarios, ensayos y un libro de relatos. De hecho, en el disco que el cantautor madrileño Ismael Serrano acaba de lanzar, Todo empieza y todo acaba en ti, hay una canción basada en esta novela, el tema titulado Yo era un tipo solitario.

Unas horas antes de afrontar la presentación gaditana de su nueva obra, Joaquín Pérez Azaústre explicaba a este periódico algunas de las claves de Los nadadores, "una novela de gente solitaria" que parte de la experiencia de dos amigos, antiguos compañeros universitarios, que han convertido su afición a la natación en el único vínculo que les une al mantener cada uno de ellos una vida muy distinta a la del otro. La piscina en la que nadan se convierte en una metáfora de la existencia: "Se dan cuenta de que todos somos nadadores, que vamos avanzando y nadando para no llegar a ninguna parte".

La historia se complica con un enigma que mantiene en vilo a Jonás, el protagonista: "La continua desaparición de personas en la ciudad, incluida su madre, sin que por ello la vida deje de seguir su camino con una aparente normalidad. Las personas desaparecen, pero es como si en realidad no pasara nada".

Pérez Azaústre reconoce la raíz existencialista y kafkiana de su novela y explica que escogió la natación como hilo argumental al tratarse de "un deporte solitario. Nadar es un ejercicio de interiorización, un deporte solitario en el que el nadador se sumerge en sí mismo, tiene como un doble nivel de soledad".

El autor cordobés reconoce que esta metáfora de la existencia nace de su propia condición de nadador, de su experiencia en piscinas, de nadar solo y de noche durante largo tiempo, en una sensación de soledad que se completa con las sombras que se proyectan sobre las cristaleras de estas instalaciones, y que el autor ve como "sombras vigilantes, como una presencia amenazante".

Azaústre se mostraba también muy satisfecho de la presentación en un escenario como La Clandestina, un espacio literario "distinto" que apuesta por una nueva forma de cultura.

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