La Clientela, Bart, Xavi, Spain y yo

Isaac Lobatón / Puerto Real

28 de junio 2008 - 05:00

Mala suerte. La primera jornada del Tanned Tin en Puerto Real ha estado marcada y condicionada por el novedoso buen papel de nuestra selección en el europeo de Austria y Suiza. La casualidad ha querido que el día de puesta de largo del festival haya coincidido con el exitoso partido de semifinales ante Rusia. El primero en sufrirlo fue Josh Haden, quien presentaba Dead Sea Scrolls, proyecto que ha iniciado al margen de Spain -en escena hoy sábado-. Después de escuchar el repertorio de Haden resultará cuanto menos difícil volver a calificar algo como desnudo o carente de artificio, porque el hijo de Charlie Haden es la desnudez. Acompañado tan sólo del bajo eléctrico, el neoyorquino se ha embarcado en un ejercicio de estilo que consiste en mondar las canciones hasta presentarlas sin cáscara, carne ni pulpa. Haden sólo deja las pepitas, las semillas; éstas son exprimidas con improvisaciones hasta hacernos asimilar el origen del concepto.

La cuota provincial, representada por Leda 3, brilló a gran altura. Perjudicados asimismo por el fútbol, el directo de los portuenses brilló a una altura más que digna en un contexto de grandes nombres. Con una puesta en escena efectista que recordaba los excesos neopsicodélicos de Flaming Lips -globos de colores y americanas de fantasía- Leda 3 fue saltando de manera juguetona de los setenta a los noventa, con pasos intermedios por los sesenta. El cuarteto evidenció una deuda con el buen gusto rememorando nombres tan dispares en el tiempo como Who, Yo la tengo, Chicago, Bowie o los propios Beatles. Por similitudes sonoras (la voz de Pedro Fernández recuerda muchísimo a la de Jero) pero, sobre todo, por ejercer el difícil oficio de recrear con cierto criterio el núcleo duro de la historia del pop, se les puede situar en un contexto similar al de Sunday Drivers.

Tras ellos, compareció la delicadeza de la mano de Bart Davenport, un privilegiado cuya garganta se permite atravesar ignotos senderos para desembocar en una ambigüedad desarmante. Alternando acústica y española, Davenport se erigió en una especie de monstruo de cuatro cabezas. Por momentos recordaba a Astrud Gilberto; a veces, a Caetano Veloso; las de más allá a Sade; y aún a Boy George. Por encima de todos ellos sobrevolaba la figura de Nick Drake. ¿O no? ¿O era uno más? Davenport puso además una nota de humor y cercanía añadiendo un apéndice a Sweetest game -He visto gente en los estadios metiendo goles… (y lo hacen muy bien)… pero el único juego que veo es el amor-.

Salto suave el que proporcionó el paso a The Clientele. La maestría, pulcritud y solvencia de la banda de Londres proporcionó el primer pleno de opiniones del Tanned Tin Sur. Elocuencia serena la de una banda que ocasiona sensaciones similares a las de los campos de color de Rothko. Sobre todo cuando se dedican a alargar algunos temas, a base de capas casi invisibles que les procuran crecimiento pausado pero imparable.

El punto final vino dado por un Matt Elliott situado en unas coordenadas muy alejadas de lo que había sido el tono general de la noche: Si hablábamos antes de cambios serenos, Elliott motivó justamente que una parte del público se viese avasallado ante el torrente sonoro exhibido por el músico. Independientemente del interés de unas composiciones que se sostienen sobre loops de melodías con reminiscencias mediterráneas y eslavas, el talante exacerbado y grandilocuente de un Elliott que abusó de volumen y bajos, dio como mínimo, lugar a la división de opiniones en la puerta del Teatro Principal de Puerto Real.

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