'El churro ilustrado' apuesta por un modelo de sátira desde la reflexión

Entre los coordinadores de la nueva revista, con el número cero en los quioscos, se encuentra el gaditano Ricardo Olivera 'Fritz'

El Gran Wyoming es uno de los colaboradores del número cero de la revista.
El Gran Wyoming es uno de los colaboradores del número cero de la revista.
Pilar Vera Cádiz

21 de enero 2015 - 05:00

Con un nombre que parece sacado del catálogo de publicaciones doceañistas con retranca, El churro ilustrado viene -dicen sus ideadores- a ocupar el vacío dejado en el espacio de las revistas satíricas por La codorniz. Y no sólo, apunta uno de los implicados en el proyecto, el dibujante gaditano Ricardo Olivera 'Fritz': "La codorniz tiene connotaciones muy interesantes pero yo apuntaría también a otras publicaciones que surgieron en el tardofranquismo como Hermano Lobo, Por favor... En la época de la Transición, sobre todo, llegó a haber un montón -explica el dibujante-. Todas esas revistas se dedicaban al humor político y reflejaban el interés por la política del momento, así como el desinterés posterior. De hecho, algunas de estas cabeceras que hacían humor político se fueron desvinculando y girando hacia el humor erótico".

Si hablamos de implicación política, indica Ricardo Olivera, la implicación actual es aún mayor de la que hubo en la época, con lo que tiene todo el sentido del mundo que surjan publicaciones del palo, en formato papel o digital. A clásicos como El Jueves, se suman iniciativas como las de Mongolia o Orgullo y satisfacción, que "parece que se están consolidando -continúa- y de las que tenemos muy buen concepto". Dentro de esta eclosión, El churro ilustrado pretende abundar en esa línea de "tomarse el humor muy en serio". La intención de la revista, que en un principio tendrá periodicidad bimestral, será ofrecer un análisis de la realidad a partir de la reflexión.

Con el número cero en venta, aún se puede hablar de una fase "más o menos experimental", aunque en la lista de colaboradores ya hay algunos nombres que pretenden mantener y otros posibles futuros colaboradores -en este primer número de El churro ilustrado, dedicado a analizar el año 2014, la publicación contaba con firmas como Gran Wyoming, Álvarez-Solís, Carlos Tena y Moncho Alpuente-.

Como creador, Fritz aporta al proyecto El Bestiario -una serie en la que lleva trabajando desde hace años- y El infierno está aquí, otra nueva entrega de humor negro, además de las viñetas sueltas que se tercien.

Insiste en que, aunque algunos lo ven como "el churrero mayor", El churro ilustrado tiene en cocinas a otros tres hacedores, todos en la distancia: el novelista gráfico José Orcajo, en Segovia; el periodista David Conde, "una de las mayores autoridades en cómic y humor gráfico" y -como él, en Madrid-, el actor, humorista y escritor Pepe Macías.

"Somos gente que nos tomamos muy en serio lo que hacemos -apunta Ricardo Olivera, en estos tiempos en los que hablar en broma se ha convertido en hablar en serio-, muchas veces por reír en vez de llorar. No dejamos de intentar, además, quitarle hierro a las cosas".

Para Fritz, entre los delitos y faltas de la sociedad en la que se publicaba La codorniz y los delitos y faltas de la sociedad actual "no hay tanta diferencia": "Algo que queda bastante claro cuando vas viendo esas revistas de humor y te sorprendes dándote cuenta de que hay chistes que no han perdido actualidad -indica-. Algo que cualquiera puede comprobar, por ejemplo, con las viñetas de Perich de hace cuarenta años. Cuando hablan de corrupción política, por ejemplo, están hablando prácticamente de lo mismo. Los pecados de la sociedad son los mismos".

La salida de imprenta de El churro ilustrado vino a coincidir -subrayando más que nunca aquello del poder ilustrador de la ilustración- con el atentado a la redacción de Charlie Hebdo. Tras haber participado en diversas tertulias para hablar del tema, Ricardo Olivera cree que, en general, la "mayoría de la gente entiende a qué nos referimos cuando hablamos de libertad de expresión -comenta-. Está claro que el que tiene la convicción de que lo que piensa es la verdad absoluta no entiende mucho de libertad de expresión ni de sentido del humor. La libertad de expresión no debe tener límite porque la libertad en sí no debe tener limites. Lo que nos obliga a callar es el miedo, el que nos metan en la cárcel o nos puedan pegar dos tiros, es así de triste".

Para Fritz, sin embargo, la cabecera de la manifestación de París en apoyo de los dibujantes asesinados no fue la que debiera haber sido: "En esa primera fila -apunta-, había demasiados políticos que no han mostrado mucha sensibilidad respecto a las libertades que dicen defender".

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