El catalejo
Tensión en los astilleros
DE POCO UN TODO
LA izquierda tiene más mano ídem. Con su gestión del 15-M estamos asistiendo un ejemplo de manual. La ventaja principal de la izquierda en España, por la que no deja el Gobierno hasta que lo deja hecho unos zorros, radica en su dominio del imaginario ideológico-cultural. Por eso ha irritado tanto a los socialistas que la joven cantante Russian Red se confiese de derechas o que Amaral exija a Rubalcaba que no tararee más sus canciones. Algo se mueve, atención, entre el artisteo. Lo cual debería inquietar al PSOE más que el cataclismo electoral. A medio plazo, para ellos, peor perder Extremoduro que Extremadura.
Pero junto a la mano que mece la cultura, está su mano izquierda, que tampoco es manca. Si Rubalcaba hubiese actuado por derecho (en todos los sentidos del término), habría aplicado la ley y desalojado lo de Sol la jornada de reflexión. Y le habría dado alas. Todavía se hallaba el movimiento en la fase de las protestas justificadas, enarbolando la ilusión del desencanto, con gran eco mediático.
El ministro decidió no hacer nada. No es que Rubalcaba (jefe de la Policía) se negase a actuar en beneficio de Alfredo (candidato del PSOE), como se dice. Quien manejó los hilos fue Pérez, el político más sistémico del panorama. Sabía que en cuanto llegase el momento de las propuestas, lo de Sol se eclipsaría. Encontrar una solución sensata y popular al marasmo socioeconómico en que nos hallamos es misión -¡si lo sabrá él!- casi imposible.
En consecuencia, aplicó un método franquista, si se me permite la memoria histórica. Franco (con perdón) tenía dos grandes montones de papeles en su despacho: los asuntos que el tiempo había arreglado y los que aún no. De vez en cuando cambiaba un papel de montón. Rubalcaba ha dejado que el tiempo pudriese el 15-M. Que ha acabado, víctima de sí mismo, en una acampada dañina para los comerciantes, en algunos incidentes violentos bochornosos, en propuestas económicas estupefacientes, en unas manifestaciones que han reunido a bastante menos gente que aquéllas, tan desdeñadas, contra el aborto o contra la negociación con ETA y, por último, en una convocatoria de huelga que será el fiasco fin de fiesta. Más dudoso es que el ministro pueda, encima, aprovechar los restos como abono de su campaña electoral, pero eso es secundario.
Pérez ha desprestigiado sin despeinarse toda crítica a un sistema que se las merece y Rubalcaba no ha desgastado apenas la imagen de Alfredo. Ha sido, pues, una jugada maestra, que hay que reconocerle. Aunque uno prefiera el Estado de Derecho y que se aplique la ley, y le den mucha lástima las ilusiones marchitas.
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