Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
cine madariaga
Cuando empiezan las calores es frecuente escuchar canciones como esa que dice: "El verano ya llegó, ya llegó, ya llegó y la fiesta comenzó, comenzó, comenzó. El verano ya está aquí para hacerte feliz. Lleno de colores, de sueños y amor. El verano ya llegó, ya llegó, ya llegó y la fiesta comenzó, comenzó, comenzó. El verano ya está aquí para hacerte feliz…" Ésta es parte de la letra de una de las mil tonadillas que le dedican al verano y desde que tengo uso de razón (momento que ahora desconozco) siempre se ha etiquetado a una determinada canción como la del verano.
Pero no sólo de canciones vive esta estación, también la gente se vuelve loca, las niñas se aligeran de ropa y todos corren cargados con sombrillas, macutos, sillas, a pie, en bici, en moto o con sus coches a las atestadas playas sin importarles los atascos, luego los rempujones y con ellos el sol que más calienta. Cuánto más, mejor. Cuánto más gente haya en los chiringuitos, muchísimo mejor y cuánto más moreno luzca bastante mejor.
El verano es una de las cuatro estaciones de las zonas templadas. Es la más cálida de ellas y se caracteriza por tener los días más largos y las noches más cortas. Sin embargo, cuando es verano en el hemisferio sur, es invierno en el hemisferio norte y viceversa y estoy convencido de que más de uno quisiera irse al otro lado dependiendo del gusto. Aunque dicho sea de paso, a estas alturas del verano el sol comienza a ocultarse antes y algunos lo agradecemos, porque, "cuando se acuesta Lorenzo, se levanta catalina…". Así reza un trocito de una vieja y popular canción andaluza, en donde evidentemente Lorenzo es el sol y Catalina la Luna.
La mayoría de los vivientes confiesan su amor al verano y no sólo el populacho pierde la chaveta con la llegada del verano, también la realeza y adinerados de aquí y de allá se apuntan con sus grandes mansiones y yates, en Palma, Marbella o Benidorm. Los famosos más corrientuchos se dejan ver por las costas y todos gastan y gastan sin freno a la par que colaboran con alguna asociación de lucha contra el hambre en África para despistar al enemigo y de paso quedar bien de cara a la galería. Mientras, los habitantes de Écija, El Arahal, Marchena y cientos de pueblos más, bailan un ritmo distinto que el de los aludidos. El de los asfixiados por el calor, porque no todos tenemos el privilegio de contar con una playa a la vuelta de la esquina. A eso se le llama democracia e igualdad. Prohibido indignarse.
El verano, como dice la canción con la que inicio este artículo, con mucho calor por cierto, será momento de alegría y pasión, pero además es tiempo de confusión personal y laboral. Un fenómeno digno de estudio, porque en el fondo de la cuestión a todos nos afecta esta época del año en donde las expresiones de todo tipo hacen referencias a las altas temperaturas. Ojú qué caló es la frase más común por estas tierras a modo de canción desesperada.
El verano es precioso, pero no para todos por igual, y comprobado está que no lo determina el día oficial de su entrada o salida, porque comienza cuando a uno le da la gana y termina, afortunadamente hartos ya de estar hartos de tanto calor, cuando los niños preparan sus cargadas mochilas para ir al colegio y los más grandecitos se aprestan para ir al Instituto. Por cierto dentro de poco. Pero mientras eso no ocurre. ¡Ojú qué caló!
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