La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
DE POCO UN TODO
CUANDO una frase se repite tanto tiene que ser falsa. La crisis nos está sacudiendo a base de bien, pero eso de que "somos la primera generación que va a vivir peor que nuestros padres" dependerá, para empezar, de cómo lo hicieran los padres de cada cual. Además, ¿por qué tendríamos ningún derecho nosotros a vivir mejor? Encima, lo de "la primera generación" abochorna tras tantas caídas de imperios y duras posguerras a lo largo de la Historia.
La frase peca, para colmo, de un obcecado materialismo, pues se refiere sólo a los índices económicos. Pero incluso desde un punto de vista material es falsa. Cuántas comodidades actuales, desde los pañales desechables (por no irme nada lejos) hasta (por seguir cerca) el ordenador donde tecleo estas líneas... Las nuevas tecnologías han puesto a mano (o a dedo) de cualquiera de nuestra generación todo un mundo de posibilidades: todo el mundo. ¿Qué potentado tuvo tanto antes? A lo que hay que sumar los últimos avances médicos, las buenas películas recientes, los mejores libros de estos años… Tantas cosas que sólo los que vivimos ahora hemos podido disfrutar. Cualquier presente es un regalo.
Regalo son también, aunque menos vistoso, las exigencias actuales: ponen la emoción, el riesgo, la épica. Abarcando el reto correoso de la crisis, que es su hueso, el gran desafío de nuestro tiempo es, como siempre, moral. Alguien tan poco ñoño como Baudelaire ya avisaba en un siglo tan oficialmente moderno como el XIX que el verdadero progreso no estaba en la máquina de vapor sino en ir borrando las huellas del pecado original. No sé yo si ahora las estamos borrando u hollando, aunque será lo uno y lo otro, según en qué asuntos. Chesterton notó que las sociedades no avanzan en un progreso inevitable sino que se balanceaban constantemente en un columpio incesante: para adelante y para atrás.
Por suerte, que la sociedad se columpie no nos obliga a marearnos del todo con ella y, desde luego, no definitivamente. Otro de los grandes mensajes esperanzadores del cristianismo es que no nos salvamos en grupo ni por un partido ni según la clase social ni dependiendo del país o en relación a la economía, sino cada uno por libre como persona individual. Desde ese punto de vista, la dichosa frase sí tendría un sentido: el del examen de conciencia. ¿Vivimos peor que nuestros padres?, esto es, ¿no somos un poquito mejores que ellos o iguales? Yo ahí lo tengo crudo, dificilísimo, imposible…, pero fuera de eso, todo lo que sean planteamientos cuantitativos, generalizantes, fatalistas y autocompasivos son ganas de hablar por hablar y de perder el tiempo.
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