La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
de poco un todo
ME avisó Iñaki Uriarte, delicadamente. de que el segundo tomo de sus Diarios traía tres o cuatro entradas antirreligiosas. Temía que me molestaran. "No creo", le dije, "suelo oír esas cosas como quien oye llover"… Espero que mi escepticismo al cuadrado (escepticismo del escepticismo) no le molestase. El suyo, desde luego, no es ofensivo.
Aunque he disfrutado más, lo reconozco, con sus críticas a los nacionalistas. Hijo de familia nacionalista vasca y aún con una leve predisposición, escribe sin embargo: "En cualquier nacionalista hay algo de turista del propio país"; o "Si alguien dice: 'Todos los vascos son unos sinvergüenzas', los nacionalistas se quedan contentos. Lo importante es el todos"; o recuerda que la escritora A. U. le dijo: "El euskera es como un hijo discapacitado". Los clava. También retrata a los españolistas, pero con menos simpatía de partida, me parece, lo que le quita un poco de gracia.
Puede permitírselo, porque gracia tiene para dar y regalar. Sobre nuestros directores de cine: "Una vez le dije a uno que, claro, ellos no hacían sus películas con las mismas cámaras que los americanos. Pero me dijo que sí". Y de un conocido: "Cada vez que nos vemos me reprocha que una vez le dije que me parece demasiado susceptible".
Leyéndole, siento que este hombre descreído, que me saca más de veinte años, que vota al PSOE y que presume de no haber trabajado nunca jamás es mi vivo retrato. Su constante y consistente defensa de la literatura del "yo", echando a pelear por delante a Montaigne, la comparto y agradezco. Además, yo, como Uriarte, "Si alguna vez noto una punzada de envidia, recurro a la definición de la envidia: tristeza ante el bien ajeno. Se va de inmediato. Existe algo así como una coquetería ética". Y también pienso que "si alguien se distrae con alguna de mis páginas no es gracias a lo que me ha costado escribirla sino a lo que me he entretenido". Y: "Yo también pienso que el mundo, la vida, o lo que sea, me ha tratado injustamente, pero a mi favor". Etc. Pero de golpe Uriarte me despierta de esas ensoñaciones: "Cuando interpretan tu pensamiento, nunca estás del todo de acuerdo con la interpretación. Lo curioso es que a veces hallas en los libros párrafos y páginas enteras ante las que dices: 'Esto es exactamente lo que yo pienso'. Pero ya quisieras".
Efectivamente, ya quisiera yo haber escrito esta observación perspicaz, por ejemplo: "Es raro que a Cervantes no se le ocurriera alguna escena con don Quijote combatiendo a su propia imagen en un espejo (escasearían los espejos)". O ésta otra, inquietante: "Recuerdo haber preguntado en más de una ocasión a algún articulista prolijo: '¿Pero tú qué querías decir?' Su respuesta era siempre concreta, breve y nítida. 'Lo que yo quería decir era esto'. 'Pues eso no lo has dicho', concluía yo a menudo". Por si acaso eso no lo he dicho, Diarios es un libro estupendo.
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