La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
DE POCO UN TODO
LA risa del pueblo llano es una cosa muy seria, la más alta expresión de su soberanía, quizá. Y ahora estamos todos mondados con la extrañísima postura de la ministra de Defensa, Carme Chacón, que aparece en una fotografía con las piernas completamente cambiadas de sitio. Tomadas independientemente una de otra y las dos del cuerpo, están muy bien, delgadas y largas. Si al menos las acompañara una mueca de dolor de la autodenominada niña de Felipe González, podríamos creer que no se trata de un montaje. Aunque, por otro lado, viendo que los millones de parados no le arrancan las lágrimas, ¿por qué tendría que hacerlo un nudo corporal? Seguro que hay algún fakir en la India que también es capaz de retorcerse así, más o menos; y la niña del exorcista se contorsionaba sin límites… Uf, lagarto, lagarto: lo más halagador para Chacón es pensar que la culpa fue del Photoshop.
¡Con qué frecuencia suceden estas meteduras de pata (nunca mejor dicho) en las fotos de los ricos y los poderosos! El diseño del Photoshop produce monstruos, dejando al Goya más negro en mantillas: humanos sin ombligo, mujeres avispa, cincuentones recauchutados, michelines móviles, tal los de Sarkozy, arrugas planchadas, curvas a placer, corredores flotantes -como Zapatero por Doñana- y familias reunidas (además de reales) a golpes de ratón. Es una suerte que falle tanto, porque así podemos echar unas risas al menos.
Y la risa es un juicio moral. Nos reímos de la vanidad al descubierto y de que los que parecen que mandan tanto estén tan sometidos a la dictadura de la imagen. ¿Asistimos, como en el retrato de Dorian Gray, a la revelación de su verdadera imagen? Esas figuras retorcidas, antinaturales, encorsetadas y obsesionadas con la apariencia tal vez sean retratos del alma…
Lo indudable, sin embargo, es que, por tanta falta de sinceridad de los personajes públicos, se impone a la gente corriente una presión esteticista peligrosa. O porque crea la sensación de que sólo físicos imposibles (literalmente) pueden dar lugar a exitosas carreras profesionales o porque empuja a muchos a forzar sus cuerpos con dietas malsanas o a remedar el Photoshopen el quirófano de un cirujano plástico.
¡Oh, lo que habría escrito Quevedo sobre esto, él, tan obsesionado, como buen barroco, con las falsas apariencias! O qué soneto se hubiese marcado Bartolomé Leonardo de Argensola, que le arreó uno maravilloso al inocente carmín que se ponía su doña Elvira, carmín que no tenía más de ella, dijo, que el haberle costado su dinero. ¿Qué tendrá de Carme Chacón este montaje (en el mejor de los casos) que le han echado encima?
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