La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
de poco un todo
Ha tenido mucho eco mediático el auto (más bien, carroza) judicial del juez Javier Pérez Minaya, desestimando una denuncia contra el Rey Mago Baltasar por el caramelazo que le arreó en la cabalgata de Huelva a una buena señora. Ésta puso su denuncia tal vez como quien escribe la carta a los Reyes: quería su regalo en forma de jugosa indemnización.
En sus razonamientos , el juez se plantea si está obligado a formular su abstencio´n, conforme a lo prevenido en el art. 217 LOPJ, ante la posible concurrencia de la causas previstas en los ordinales 9º y 10º del art. 219 de la citada ley. Porque reconoce gran simpatía hacia Baltasar, "que, con el concurso de Melchor y Gaspar, le ha venido ofreciendo anhelados presentes cada di´a 6 de enero desde que tiene uso de razo´n". Al final decide no abstenerse, pero deja libertad a la parte para que pueda recusarle. Yo, de ella, y leyendo bien la sentencia y habida cuenta del apellido del juez, quizá investigaría si no es Minaya un paje del Rey Negro, con toga en vez de túnica.
Al Rey lo defiende a muerte. Para no dejar resquicios duda de la jurisdicción de la justicia española por el ignoto origen (tan discutido a lo largo de la historia) de sus Majestades de Oriente. Estas cosas han molestado mucho a algunos vocales de las asociaciones judiciales que consideran que así no se contribuye a que la ciudadanía considere y respete a los jueces.
La ciudadanía no sé, porque no la conozco, pero la gente no es tan vaina. Entre bromas, Minaya hace muy bien su trabajo y da tres argumentos jurídicos de peso, bromas aparte: no hubo dolo ni culpa, es inconcebible una cabalgata de Reyes sin que se lancen caramelos y el público asume, con su voluntaria presencia, un riesgo, que el juez considera un "riesgo permitido".
Si Pérez Minaya se permite, además, alguna guasa, hay que elogiárselo. Primero por el riesgo (¿permitido?) que asume. El gran Samuel Johnson, advirtió una vez a sus risueños amigos: "Cuidado, muchachos, pongámonos serios, que ahí viene un tonto". Seguro que Pérez Minaya veía venir ese peligro, pero como el recién premiado Nicanor Parra pensó: "la verdadera seriedad es cómica". Y es que urge ponerse muy serios de verdad, esto es, reírse mucho de los que piden indemnizaciones por todo y a todos y a la mínima oportunidad. Algunos creen que las compañías de seguros son los Reyes Magos y tras el mínimo roce se colocan un collarín como quien pone el zapatito en la ventana. Este nuevo hábito social es nocivo porque extiende la avaricia y el fingimiento y el miedo a las reclamaciones y la judicialización de la vida cotidiana, que es más grave aún que la de la política. La salida del juez tiene gracia y, a la vez, puntería. Hay que empezar a ridiculizar esas actitudes. Yo se lo aplaudo porque se lo merece… y porque ya vienen los Reyes y a ver si Baltasar me premia esta defensa de su leal paje Minaya.
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