La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
de poco un todo
EL día de la Inmaculada hay que montar el belén y escribir los christmas. Ignoro si se trata de una tradición secular o de un hábito utilitarista para aprovechar el puente. Sea lo uno o lo otro, el simbolismo mariológico viene que ni pintado, horas hacen falta, los días vuelan y conviene ir adelantando gestiones.
El mismo día 8 por la mañana montamos el belén. Y en menos de horas veinticuatro, mi hija en un arranque -literal- de cariño le ha dado tal meneo al rey Gaspar que lo ha decapitado. Bien visto, es muy dulce ¿no? Un niño con más malicia hubiese dado el golpe fatal a un pastorcillo o a un tendero, que el pueblo llano y la clase media son muy sufridos, como saben nuestros políticos, pero mi hija, oh, qué solidaria, se atreve con la realeza. Alguien podrá objetar que después de lo de Urdangarín ya nada es lo que era, pero eso no rige para los belenes y un rey Mago es un personaje muy influyente al menos hasta el 5 de enero por la noche. A ella, tan desprendida, no le ha importado. A nosotros tampoco, porque, aprovechando que hay reyes de repuesto, a Gaspar lo hemos trasladado no a América, como Urdangarín, que también perdió la cabeza, sino al castillo de Herodes. Ahora tenemos en nuestro belén un san Juan Bautista, con su bandeja y todo. Para Gaspar es un ascenso: entre santos la corona del martirio vale más que la de mago.
Tampoco Melchor ha salido bien parado, y su cabeza está cambemba. Gracias a lo cual se inclina con profunda reverencia ante el niño, y queda elegantísimo. Es un ejemplo de que las buenas maneras empiezan por forzarse a uno mismo. Por ahora, con el único que la niña gasta un respeto grande, rayano en la discriminación positiva, es con Baltasar. Que dure.
Otra costumbre nuestra que no es una tradición, pero debería, es la de diseñar un christmas. Se pone a los hijos y a los mayores a hacer un dibujo, se escoge el mejor o, mejor, el más gracioso y se escanea, luego se busca o se escribe un texto navideño y con eso y unos conocimientos básicos de informática (que yo no tengo) o los de un buen amigo, se imprimen unas felicitaciones personalizadas o familiarizadas. Lo recomiendo. Entre los que lo hacemos, se crea una dura competencia. A los fanáticos de la paz y el amor quizá esto último no les parezca específicamente navideño, pero seguro que entre los pastores había interés por ser el que llevaba el queso más bueno o el que afinaba más a la zambomba.
Son pequeñeces, sí, pero la Navidad es la fiesta de los niños y el que no se haga uno de ellos no entrará en el belén. Los polvorones y las torrijas están muy buenas, pero quien se concentra sólo ahí acaba, como sabe el lenguaje, con una torrija y un polvorón en lo alto que no te veas. Y los regalos tampoco son la Navidad, sino su remate. Se ha dado el pistoletazo de salida para las fiestas, y conviene hacerles honor a su nombre y vivirlas como una fiesta.
También te puede interesar
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
El Palillero
José Joaquín León
Propietarios o proletarios
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La semana ‘horribilis’ de Sánchez
Lo último