Enrique / García-Máiquez

Colorín colorado

de poco un todo

29 de enero 2012 - 01:00

RAJOY, al estrenarse con una subida de impuestos que prometió que no haría, nos dejó perplejos. Ahora, sin embargo, las medidas que ha adelantado Ruiz-Gallardón -alguien que parecía especialmente afectado por los complejos ideológicos que paralizan a la derecha- han sido sorprendentes y son esperanzadoras. Mis compañeros de opinión han ido analizándolas y tanto los que argumentan a favor como en contra, por los argumentos que dan, convencen de su acierto. A ellos me remito. En cambio, no se ha destacado lo suficiente la posición en que esto deja al PSOE, cuestión bastante más seria que sus primarias de fogueo.

Empecemos, como el PP, por los impuestos. El PSOE, partido rojo según su anterior líder, se queda sin el discurso demagógico de que los populares son el partido de los ricos. Ese rédito político lo pagará nuestra economía, pero es cierto que en el terreno estrictamente electoral achica los terrenos al PSOE. Que en el terreno económico no tiene ni seis pies de tierra: la última EPA, tan escandalosa, es un broche de su gestión que les tendrá la boca cerrada en materia de empleo muchos, muchos años.

Encima, la regeneración democrática, la recuperación de la separación de poderes y la reforma del sistema judicial convierten a la derecha en la verdadera impulsora de un cambio real. Entre las clases medias ilustradas, esa posición está siendo muy bien recibida, y el rápido apoyo de UPyD lo demuestra. Más lento de reflejos, el PSOE, al oponerse, aparece como el defensor de búnkers partitocráticos.

A la vez, el cambio de la ley del menor y el reforzamiento del sistema penal responden a un clamor popular prácticamente unánime. No le resultará fácil a los socialistas hacer oposición a esas medidas sin transmitir una imagen de clase política confortablemente instalada en sus privilegios, muy alejada de las víctimas y sus familias.

Por hacer algo, se han agarrado al aborto; y Rubalcaba anda haciendo llamadas vigorosas a la confrontación. El cambio que ahí propone el PP no es tajante, pero hay que reconocerle el mérito de invertir una tendencia. El PSOE, mientras, sale a defender el aborto como un derecho, como un avance social y como la repanocha, pero esa defensa, por un lado, demuestra que en los campos anteriores ha entregado la cuchara; y por otro, es ridícula. Todo el mundo sabe -abortista o no- que el aborto es un drama y un fracaso para la madre y para la sociedad, no un progreso. Los mejores de la izquierda, como el filósofo Norberto Nobbio o el cineasta Pier Paolo Pasolini, siempre defendieron que lo progresista era defender a la parte más débil, y que ésa es, naturalmente, el feto. Que los socialistas hagan bandera de que las menores puedan abortar sin permiso paterno y cosas por el estilo demuestra la falta de discurso de un partido desfondado, que destiñe irreparablemente. Colorín, colorado, esa izquierda se ha acabado.

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