La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
editorial
LA huelga general organizada ayer por las centrales sindicales mayoritarias tuvo un desarrollo desigual. Tuvo una alta incidencia en la industria y los transportes, mientras que el resto de los sectores se vio menos afectado, dependiendo en gran medida de la acción de los piquetes. El consumo de energía eléctrica no registró una caída sustancial, lo que da idea de que la huelga no cumplió sus objetivos de paralizar el país. Así fue como se planteó por los sindicatos CCOO y UGT, que la convocaron dentro del periodo de gracia que se suele conceder a todo nuevo Gobierno, urgidos por la aprobación de la reforma laboral. Y si la huelga general no respondió a las expectativas alimentadas por las cúpulas sindicales, alejó mucho más la posibilidad de conseguir el fin propuesto. Aunque éstas aseguraron ayer mismo que si el Gobierno no cede sustancialmente en el contenido de la reforma ya puesta en marcha el conflicto se recrudecerá, tanto el presidente Rajoy como los ministros implicados en el mismo han subrayado que la reforma no será alterada. No es extraño porque el Gobierno considera fundamental la flexibilización de las relaciones laborales como instrumento de creación de empleo a medio plazo y porque cumple un compromiso con los socios europeos y los mercados financieros que no es eludible salvo que se acepte agravar la situación de la economía española y la refinanciación de la deuda contraída. Da la impresión de que los sindicatos se han metido en un callejón sin salida: si han adoptado la medida de fuerza más extrema, como es la convocatoria de una huelga general contra un Gobierno que acaba de formarse, y no han logrado un seguimiento masivo e incontestable, sino parcial y vinculado a la actuación violenta de los piquetes, ya no les queda mucha munición en la reserva para organizar futuras movilizaciones. Su actitud ha evidenciado, además, la enorme carga ideológica que lastra sus movimientos y los ata a estrategias políticas que se enfrentan, disputan y zanjan en las urnas y no en la calle.
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