Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Y que viva México, carajo
Con la venia
CREO que los sindicatos cumplen una función esencial en la sociedad y que han contribuido a mejorar la vida de los trabajadores, aunque tengan una estructura arcaica. Creo que la reforma laboral que ha aprobado el actual Gobierno de España es lesiva para los trabajadores a los que recorta derechos. Creo que la crisis la están pagando aquellos que no la crearon y que los sacrificios recaen sobre los sectores más débiles de la sociedad. Creo que una parte de la derecha política y mediática de España ha iniciado una campaña despiadada e injusta contra los sindicatos. Creo que las Centrales Sindicales se han convertido en el último baluarte en la defensa del Estado del bienestar y las conquistas sociales ganadas con siglos de lucha. Creo que había motivos de sobra para ir ayer a la huelga y, de hecho, yo mismo la secundé. Hay que buscar otra manera de salir de la crisis sin cargar sobre la espalda de trabajadores y jóvenes el peso de una crisis creada por especuladores y alentada por diferentes gobiernos. Creo que hay empresarios que coaccionan a sus trabajadores para que no vayan a la huelga mediante amenazas de despidos.
Una vez dicho lo anterior: los piquetes llamados informativos ejercen la intimidación sobre muchos ciudadanos que no quieren o no pueden secundar la huelga. No conviene utilizar eufemismos: un nutrido grupo de personas apostadas ante un centro de trabajo (muchas veces un pequeño bar o comercio) profiriendo gritos y amenazas, a veces lanzando objetos y dando golpes, tiene un efecto coactivo. Lo sé porque yo estuve en uno. Fue el 14 de diciembre de 1988, la primera huelga general de la democracia española, hecha contra el Plan de Empleo Juvenil de Felipe González. Quedamos de madrugada en el salón de actos de los sindicatos en la Avenida de Andalucía. Se organizaron distintos grupos (los piquetes) que recorrieron la ciudad. Algunos ya habían salido hacia las cocheras de autobuses y otros centros de trabajo. En el que yo iba fue por Acacias, García Carrera, García de Sola y Avenida Marconi instando en algunos casos, informando los menos y obligando en la mayoría a bares y comercios para que cerrasen sus puertas. Me arrepiento ahora de haber formado parte de aquel piquete. Aunque yo no gritase ni insultase ni amenazase ni lanzase objetos, mi mera presencia en un grupo así contribuía a la intimidación, a que alguna gente hiciese algo que no quería hacer. Mi silencio de aquel día como parte de la masa ayudaba a aquel objetivo. A eso se dedican los piquetes, no hay que darle más vueltas. En todo grupo humano numeroso siempre actúan los fanáticos y los violentos amparados en la masa. Es preciso reconocer que hay empresarios que ejercen la violencia y la amenaza sobre sus trabajadores al objeto de que no secunden la huelga,pero es bueno llamar a las cosas por su nombre. Han pasado más de 23 años y los gobiernos han aprendido a ser más hábiles para no alimentar la reacción popular, aunque los piquetes se dedican a lo mismo. Creo que deben hacer huelga en libertad aquellos que voluntariamente así lo decidan.
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