El Palillero
José Joaquín León
Noviembre, el mes de Falla
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PABLO Grosso me parece una buena persona y un empresario inquieto. Ha logrado en muy poco tiempo una extraordinaria expansión de sus negocios que espero consolide y amplíe. Es bueno para esta ciudad que haya gente que piense e invierta en su desarrollo y Pablo lo hace. Por lo tanto es conveniente apoyar sus iniciativas más allá de que el tipo de comida y servicios que hace tenga partidarios y detractores, como cualquier otra actividad humana. En Cádiz somos muy dados al tono cáustico para con todo lo nuevo y para con quienes innovan por lo que es normal que las empresas de Pablo puedan recibir comentarios distintos aunque es imprescindible mostrar apoyo a su dinamismo. Una vez establecida esta premisa, me parece mal la usurpación del espacio público de manera especial en el borde marítimo. Las plazas, las calles, los jardines y las playas son las zonas de esparcimiento de la ciudad y pertenecen a todos aunque las organiza y mantiene el Ayuntamiento. Y aquí nos topamos con el problema de que este Ayuntamiento descuida el espacio público. Las banderolas, las vallas publicitarias, el tipo de mobiliario urbano, las plazas cerradas tras una verja y las banderas mamarrachas en torno a la fuente de Plaza de Sevilla son una gestión de lo público con desprecio hacia los propios ciudadanos. Se consagra así una manera de llevar la ciudad con desdén hacia del espacio público.
Otro asunto es que el Ayuntamiento costee una parte de la estructura destinada a un negocio privado. Resulta inexplicable que se destine dinero público a este fin, que el dinero de los impuestos tenga como fin un negocio privado. Suelo público, dinero público y beneficio privado no pueden encajar bien nunca.
En último lugar Pablo Grosso tiene que entender que es legítimo que haya gente en contra de su proyecto. El lugar que se pretende es de todos por lo que es normal que haya gente que lo prefiera así. Eso no es un ataque ni a su persona ni a sus negocios sino una visión diferente de la ciudad, por lo que no se puede descalificar, como ha hecho Pablo, a quienes se oponen tachándolos de hippies y viejos ¿Es que hace falta ser joven y de orden para manifestar una opinión? Pablo tiene el interés legítimo de instalar un negocio. Los ciudadanos el más noble de defender el espacio público y el dinero de todos.
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