Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
de poco un todo
ESTOY contra la violencia con todas mis fuerzas, lo que, en buena lógica, exige estar a favor de uso disuasivo del poder y, sobre todo, de la autoridad. Pero no vengo a marcarme hoy una taxonomía de Teoría Política. Sólo pretendo dejar claro que prefiero siempre la reacción con la palabra y la escritura. Y que entiendan ustedes por qué no he podido dejar de sentir cierta identificación cómplice con ese preso común de la cárcel de Fontcalent (Alicante) que arremetió contra un etarra con un boli. No escribió un epigrama, que es lo que a mí más me hubiese gustado (de haber sido bueno el epigrama), sino que se lanzó boli en ristre, en actitud quijotesca. Tampoco lo celebraría si el resultado hubiese sido fatal, pero, según el parte médico, fueron "tres heridas incisas superficiales de medio centímetro". Tampoco es tanto. Ha habido epigramas más sangrantes.
Aitor Liguerzana Ajuriaguerra se había puesto "a pegar gritos contra la Roja" y fue entonces cuando el caballero del bolígrafo "salió corriendo hacia él". Como la cosa no ha pasado del medio centímetro, podemos, en vez de lamentarnos, sacar conclusiones. Se ve que la selección es un símbolo. Ese Aitor gritando contra un equipo de fútbol es sintomático, y nos muestra hasta qué punto el equipo forma parte de todo lo que odia, señal de que es bueno. Y por el otro lado, esa identificación ardiente (nuestra vieja, famosa furia) del preso común, idéntica a la del hombre común, es un signo de lo mejor de un país: la comunidad que crea entre todos. Corriendo detrás del boli, sosteniéndolo, ese señor anónimo y preso ha hecho casi tanto como los impolutos deportistas que corren detrás de la bola, conduciéndola.
No se escandalicen: siendo un gesto alocado, también es valeroso, teniendo en cuenta que los presos de ETA son una mafia que podría tomar represalias. Sin embargo, la respuesta de los asesinos ha sido quejarse de que los junten con los comunes, que pasan estas cosas que dan miedo. Estas cosas… con bolígrafos, ellos que las hacen con pistolas y bombas y por la espalda. Y todo ese lloriqueo en vez de sacar la conclusión de que lo más sensato es no ponerse a dar gritos ofensivos por ahí.
Del preso común no sabemos casi nada más. En la noticia se nos dice que estaba sometido a "especial vigilancia"… y a uno se le pone el corazón en un puño por si fuese por tendencias violentas. Pero no: es por su afición a la fuga, lo que contribuye a darle un halo romántico. ¡Qué ansias de libertad, con lo que está cayendo aquí fuera! No lo harán Marqués del Boli como al otro Marqués del Bosque, pero quizá habría que concederle un indulto. Con un boli, hay banqueros y políticos y hasta escritores que han hecho cosas peores, y andan libres. Sopesando todas las circunstancias antes, claro; pero a bote pronto lo que nos pide el cuerpo es el indulto.
También te puede interesar
Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
La evasiva geopolítica
Yo te digo mi verdad
Manuel Muñoz Fossati
Un mundo de patriotas
El pinsapar
Enrique Montiel
Generales y mentiras
Lo último