La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
de poco un todo
HOY están convocadas en toda España concentraciones contra el aborto. No tendrán la cobertura mediática ni el eco opinativo que otras manifestaciones recientes, como la de la Diada o la cosa del cerco al Congreso. Todos los votos valen más o menos igual, pero los bultos valen unos más que otros, a lo que se ve. Uno, sin embargo, está convencido de que nada es tan grave como lo que se ventila en la cuestión del aborto, y eso que, como vengo demostrando en mis últimos artículos, el tema de España me preocupa bastante. Por debajo del aborto opera una pulsión de muerte que arranca de raíz de nuestra sociedad la esperanza y la alegría.
Se pongan como se pongan sus partidarios, lo suyo es una opción preferencial por la muerte, y siempre por la del más débil. Olvidemos por un momento sus meandros discursivos. El hecho desnudo es que desdeñan todas las posibilidades de ayudar a las madres y a la vida, y eligen la salida más expeditiva: la eliminación.
Lo que trae al recuerdo inmediatamente a Epicuro: "Quien sostenga que no nacer es un bien o que, una vez nacido, hay que franquear lo antes posible las puertas del Hades, es tonto. Porque, si dice eso con convicción, ¿por qué no se ha suicidado? […] Y, si no lo dice en serio, responde con frivolidad a una cuestión que no es frívola". Alguien se apresurará a recordarme que Epicuro no habla del aborto, sino del suicidio, pero no. La primera frase de Epicuro tiene carácter general, y viene a decir que quien no valore la vida como un bien supremo debería predicar con el ejemplo en vez de echarle, literalmente, el muerto a otros. Y si, como Epicuro y yo preferimos, no se suicida, es simplemente un frívolo.
Que es la actitud de muchos de nuestros conciudadanos. Las vidas de los demás sí son discutibles, pero la suya no, qué va. Se trata de la postura más anti-caballeresca posible. La misma del que clama por el control de la natalidad frente a los problemas de la superpoblación mundial, pero descontándose él (¡por descontado!) de esos números que él dice insostenibles. O la del que considera que los disminuidos psíquicos no merecen nacer, sin plantearse si su contribución intelectual a la humanidad resulta muy diferente. La postura gallarda es, en cambio, la de Elias Canetti: "Solo conozco una redención: que lo que está en peligro siga viviendo, y en ese momento de la redención no me pregunto si mucho o poco tiempo". Podría ser el lema del movimiento pro-vida.
Lo caballeresco (esto es, lo noble y aventurero) estriba en poner cualquier vida, la de los pobres, los huérfanos y las ancianas, por delante de la propia. El caballero arriesgará la suya por salvar y servir a una persona desvalida, que así deja de serlo, pues vale más que él a sus ojos. En la sociedad actual vivimos lo contrario. Todos nos consideramos más importantes que nadie. Por eso estamos tan solos, tan indiferentes, tan tontos.
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