Notas al margen
David Fernández
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TRIBUNA LIBRE
EN la plaza de Candelaria de Cádiz se ha reabierto el Café Royalty, una cafetería inaugurada originalmente en 1912 (el año del "centenario") y posteriormente reconvertida en almacén y ferretería hasta hace unos años que cerró sus puertas. Pero esta cafetería que ahora se vuelve a abrir al público, poco tiene que ver con la "burbuja hostelera" que estamos viendo crecer últimamente. No es una cafetería más de Cádiz, ni nada que se le parezca. Esta cafetería es una barbaridad, un disparate, un hito. Posiblemente sea, en su género, la cafetería más bonita de Andalucía y en Madrid no hay nada que se le parezca. No habrá ningún familiar o amigo que venga a Cádiz que yo no lo lleve al Royalty a "presumir de ciudad", como lo llevo a ver los sarcófagos del museo, la Torre Tavira o la "maqueta". Si esta cafetería estuviese en Madrid o en Barcelona, estaría más días cerrada al público que abierta, porque no habría documental o película que no quisiera grabar imágenes o rodar escenas en su interior (conozco bien las cafeterías de época que hacen esas funciones en Madrid, desde que me las enseñó mi amigo y cineasta José Manuel Marchante).
La razón de por qué no hay cafeterías como estas en Sevilla o en Madrid es fácil de explicar, porque estos establecimientos no se pueden tener poniendo dinero (no hablo de pastiches, sino de establecimientos históricos "de verdad"), y cuando una ciudad lo tiene es porque en su día lo tuvo y las circunstancias han permitido su conservación, y Cádiz lo tenía y ahora lo ha recuperado.
Naturalmente, este proceso así expuesto de forma genérica e impersonal queda bien pero no explica toda la verdad de los hechos, porque una vez que las circunstancias han permitido su conservación, tiene que haber una persona, un empresario, que lo valore y que tenga la suficiente formación cultural y estética como para emprender una labor de restauración como la llevada a cabo en el Café Royalty (y no hablo del capital invertido, porque dinero lo tienen muchos y ya vemos lo que suelen hacer con él). La restauración de las pinturas de Abarzuza, de sus escayolas doradas, de sus apliques de luz y cornucopias, y, en general, del conjunto del establecimiento, se ha llevado a cabo como si se tratara de un retablo barroco (y aún mejor que algunas restauraciones que he visto), con respeto de los elementos originales y la cuidadosa reposición de los elementos que ya faltaban. En mi opinión, un ejemplo para las administraciones públicas y los profesionales a la hora de emprender tareas de restauración "sin firma de autor", dejando el protagonismo absoluto a la obra restaurada (y permitiendo que sea la calidad del trabajo la que haga preguntar por su autor, para otorgarle el reconocimiento).
Pero hay más, para realizar esta inversión económica y esta tarea de recuperación artística (no se me ocurre otra expresión mejor para definir de que estamos hablando) en un establecimiento de la Plaza de Candelaria, se necesita tener previamente una valoración del casco histórico de Cádiz y de la sociedad gaditana en su conjunto: Hay que tener en muy alta consideración al entorno arquitectónico en el que se ubica el establecimiento, hay que estimar positivamente los criterios y gustos de los potenciales clientes gaditanos y confiar abiertamente en la capacidad de la ciudad para captar turismo cultural de calidad (circunstancias que muchos gaditanos ponen en duda).
Hasta tal punto es positiva la labor realizada en el Café Royalty y los criterios de valoración en los que se ha tenido que basar, que uno no puede por menos que preguntarse, ¿que haría este señor, su propietario (o propietaria, ya que no tengo el gusto de conocerlo), si en vez de realizar esta labor en un establecimiento de hostelería, pudiese actuar con competencia en el conjunto del casco histórico de la ciudad?, y la respuesta que imagino es totalmente positiva. Por ejemplo, ¿alguien piensa que con los criterios demostrados por este señor, se hubiesen ido del casco histórico actividades educativas de música, danza o bellas artes (presentes en todos los cascos históricos de las ciudades europeas, a veces, incluso, con edificios inadecuados pero con gran nivel educativo)?, ¿se consentiría que cada Administración resolviera sus necesidades con "sus" edificios, o se pondrían todos los edificios públicos al servicio de las necesidades de la ciudad (con las permutas o los intercambios que hiciesen falta)?, ¿se plantearía construir nuevos edificios o restaurar y adaptar los que ya existen abandonados, vacíos y sin uso (algunos de notable valor y grandes dimensiones)?, ¿se hubiese permitido construir edificios "modernos" que no tuviesen en cuenta los entornos arquitectónicos en los que se ubican?, ¿se proyectaría construir un edificio "modernicísimo" para museo de carnaval o se recuperaría la antigua plaza de la Reina y se restauraría otro edificio para ubicar el posible museo?, ¿se sustituirían los pavimentos tradicionales de cantos o adoquines?, ¿se le daría a las plazas y a los espacios públicos el mismo tratamiento de desaparición de aceras que se le están dando en todas las ciudades, igualándolas?, ¿se habría permitido la distribución de alturas sobre la parcela del nuevo hotel Atlántico (todo un "espectáculo" visto ahora desde el castillo de San Felipe)?, ¿se consentiría esa norma técnica de Eléctrica de Cádiz (un auténtico "rebuzno técnico", en acertada expresión poética de un amigo arquitecto) que rompe los sillares de piedra de zócalos y fachadas, para terminar llenando las calles de portezuelas metálicas de considerable tamaño (seguramente sin dictamen ni denuncia de la ciega Comisión de Patrimonio)?, ¿seguirían creciendo los mazos de cables por las fachadas y colgando entre las manzanas de casas?, ¿se pondrían pantallas led por las calles y plazas (sobre todo esa tan "discreta" que, subiendo por la calle San Francisco, cierra la perspectiva para ver el convento)?, ¿proliferarían los carteles y anuncios en banderola en las fachadas de casas y comercios (después de lo mucho que costó su eliminación)?, ¿se permitirían que las mesas y las sillas de los bares, los expositores y los tenderetes ocuparan, casi a voluntad, los espacios públicos peatonales?, ¿se celebraría que las grandes carpas de las entidades financieras ocupen las plazas públicas, en vez de tener en la ciudad centros culturales estables, como el de Unicaja?. Seguramente, con los ejemplares criterios de actuación demostrados en la restauración y apertura al público del Café Royalty, el casco histórico de la ciudad estaría mucho mejor y con mejores perspectivas.
Como consecuencia de todo lo anterior, solo me cabe pedir…que el propietario del Café Royalty se presente a las próximas elecciones municipales. Aprovechando que el PP no sabe a quien poner de candidata y el PSOE ya tiene un líder indiscutible (por decidir uno de estos años). Pero, sobre todo, bromas aparte, le deseo éxito y larga vida a este tan especial establecimiento de hostelería, por lo que aporta de valor añadido al atractivo turístico de la ciudad.
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