Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
DE POCO UN TODO
EL estómago tiene sus razones que ni la razón ni el corazón entienden. De la detención de terroristas de ETA tanto mi mente como mis sentimientos tendrían mucho que decir. Por ejemplo, la alegría de otro golpe más a la banda; o la triste confirmación de que éstos, con sus zulos y sus jefes de armamento, no son los de la paz, la paz; o las indignantes declaraciones de Bildu lamentando la acción de la justicia contra dos asesinos; o, incluso, el despiste de la Gendarmería francesa, que se dejó olvidadas en mitad de la calle unas bolsas con una pistola y abundante documentación, que le pasa eso a nuestra Guardia Civil y la de chistes que habríamos tenido que aguantar. Pero mi sensibilidad se ha quedado atragantada con la etarra Izaskun Lesaka comiéndose a las bravas un pen drive, que uno supone -desea- que fuese de 64 GB, por lo menos.
A pesar de ser hijo de farmacéuticos e hipocondríaco, he tenido siempre grandes dificultades para engullir cualquier pastilla, por muy recubierta que viniese y por muy esofagodinámica que fuera. Pienso, por tanto, en alguien tragándose un pen drive, con la cantidad de información que entra ahí, madre mía, y me dan arcadas de ansiedad.
Claro que la etarra está entrenada a comulgar con ruedas de molino ideológicas, a tragarse bulos históricos como cantos rodados, y a tener un estómago a prueba de bombas, porque las ha ordenado poner, llevándose por delante vidas inocentes. De modo que esa Izaskun masticando su pen drive es un puro y, sobre todo, duro happening autorreferencial, una pintura negra: Saturno devorando a sus hijos 2.0, expresionismo posmoderno.
La Policía francesa estuvo rápida y decidida, y un valiente le metió la mano por la boca, como se hace con los cocodrilos, arriesgándose al mordisco, a la amputación, a la segura infección. Extrajo el USB de la garganta profunda. Esperemos que le den la Legión de Horror, como poco. La experiencia le tuvo que revolver las tripas (al curtido gendarme, digo). Natural que se dejara luego las bolsas olvidadas.
De haber estado yo allí, habría optado por el liberalismo salvaje: "Laissez faire, laissez passer", habría gritado, y no sólo porque es una de las pocas cosas que sé en francés, sino para que le aprovechase a Izaskun. "Eso, luego se Lesaka", habría añadido, confiando en la cirugía o la naturaleza. Mucho daño tampoco iba a hacerle. Cosas mayores se han comido algunos. Los miembros del Tribunal Constitucional, sin ir más lejos, que legalizaron Bildu, se tragaron de una sentada la memoria, la dignidad y la justicia de un país tan grande como el nuestro. Y ahí están, tan campantes.
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