La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
de todo un poco
NO es película, aunque lo parezca y de ciencia ficción: una distopía futurista en que los ciudadanos han de huir perseguidos por las fauces insaciables del Fisco. El actor más francés de Francia -Cyrano juntamente y Obélix- ha puesto pies en polvorosa de su país, refugiándose en Bélgica, para evitarse unas contribuciones que superan el 80% de sus ingresos. Nada más que por el placer exquisito de ver enrabietados a los fanáticos de la confiscación, ya merece la pena el espectáculo, siendo casi siempre al revés, que los apesadumbrados somos nosotros, los paganos de esta historia.
Pero hay mucho que añadir. Para los europeístas, no deja de ser una esperanza ver que dentro de la misma Unión se puede encontrar asilo fiscal. Bien es verdad que la mayoría de nosotros no tendremos jamás la oportunidad de saltar la frontera con la agilidad paradójica de las más grandes fortunas, tan ligeras y volátiles, que juegan a la comba; pero saber que Europa no es una máquina de saquear contribuyentes al unísono nos hace silbar el himno a la alegría de Beethoven con mucha ídem.
Los otros ya están tocando, sin embargo, la vieja matraca del resentimiento social y nos recuerdan que los ricos sí pueden escapar, mientras que nosotros estamos aquí, con la patita atada a nuestro trabajo, y dando gracias de trabajar, naturalmente. Pero yo no caeré en la trampa, gracias. Que los que puedan escapar del exceso impositivo vuelen será un acicate para que el resto que no puede se lance a protestar. Nada anima más una reivindicación que un buen agravio comparativo.
Y no se nos acuse, por favor, ni a los dichosos fugados ni a los desdichados protestones pobretones de falta de solidaridad. Hay construcciones teóricas muy serias y contundentes ejemplos históricos de que la bajada de impuestos fomenta el ahorro, la inversión, el consumo y la creación de puestos de trabajo, redundando al final en mayores ingresos fiscales y en menos cargas sociales para la Hacienda Pública. Aquí, la defensa racional de los propios intereses va de la mano, como acostumbra, de la consecución de los intereses generales.
Tampoco ha sido manco Gérard Depardieu en la defensa teórica de su posición, y ha acusado a los socialistas de "considerar que el éxito, la creación, el talento y, en realidad, la diferencia tienen que sancionarse". Son cosas que da gusto de oír. Porque son verdad y por si terminan calando.
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