El Palillero
José Joaquín León
Noviembre, el mes de Falla
No incurriremos en exageración señalando que larga e intensa es la lista de responsabilidades que Pelayo Quintero Atauri fue acumulando en la fase gaditana de su periplo vital. Desde los momentos de su llegada e inserción inicial en la Academia de Bellas Artes hasta su despedida, en 1939, de la ciudad que le acogiera durante siete lustros (las más de tres décadas comprendidas entre 1905 y 1939) fueron numerosas las responsabilidades que fueron quedando depositadas bajo su cuidado.
Quintero (Uclés, 1867- Tetuán, 1946) era nativo de Uclés, villa de la provincia de Cuenca, donde su familia contaba con extensas propiedades agrícolas, y el trabajo y sus circunstancias vitales le trajeron hasta Andalucía, y hasta Cádiz, donde se establecería y desarrollaría la mayor parte de sus actividades como arqueólogo, como historiador, como historiador del arte, como docente, como gestor cultural y como gestor de la cosa pública.
Sería prolijo detenernos a señalar los capítulos profesionales de este infatigable investigador, estudioso y gestor público, que desarrollaría en Cádiz sus líneas de investigación: la arqueología y la historia de Cádiz, la historia del arte y los estudios americanistas, sin descuidar la historia de su natal Uclés, de la que sería nombrado cronista oficial y donde cuenta con un busto en la Plaza Mayor, que lleva su nombre.
En lo que respecta a la arqueología gaditana, cabe señalar que en 1912 Pelayo Quintero comenzaría las excavaciones de la necrópolis fenicia de la Punta de la Vaca, lugar donde en 1887 y a causa de las obras emprendidas para la Exposición Marítima Internacional, se había descubierto el sarcófago antropoide masculino, que terminaría vertebrando la creación de un Museo Arqueológico en Cádiz.
Quintero Atauri continuaría las investigaciones arqueológicas en dicha necrópolis, donde descubriría no pocas tumbas, al tiempo que llevaría a cabo otras excavaciones arqueológicas en la ciudad (y fuera de la misma, como en San Fernando) entre dicho año 1912 y una fecha tan tardía como 1938; de todas ellas (salvo de las desarrolladas en el curso de la guerra civil, entre 1936 y 1938) daría cuenta en las páginas de las Memorias de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.
Estos trabajos arqueológicos dirigidos por Quintero se consideran el arranque de la arqueología contemporánea en el entorno de la ciudad y de la bahía de Cádiz. Otros nombres, como el de Francisco Cervera, están ligados indisolublemente a los primeros pasos de la arqueología de la provincia gaditana, y otros vendrían más tarde, como los de Manuel Esteve, Concepción Blanco, César Pemán o María José Jiménez Cisneros (entre otros, y por no mencionar a los contemporáneos), pero el privilegio de ser el primero que diera forma de manera sistemática y estructural a los estudios arqueológicos gaditanos habría de ser Pelayo Quintero de Atauri, de lo que dan fe sus 'Memorias', sus numerosas publicaciones y no pocos de los fondos del Museo Provincial.
El objeto principal del interés de Pelayo Quintero, en lo que respecta a sus trabajos de arqueología de campo (excavaciones) y de investigación arqueológica (en general) en su dilatada etapa profesional en la Bahía de Cádiz, fue sin lugar a dudas el mundo fenicio gaditano. Que su atención e interés se centraba en todo lo tocante a este horizonte cultural concreto parece claro. Yacimientos y materiales fenicios tienen en su ideario personal (quizá sería mejor decir en su 'imaginario' personal) mayor peso que cualquier otro horizonte de investigación desarrollado por él en el ámbito gaditano.
Quintero mantuvo a lo largo de sus más de 30 años de estancia en Cádiz una verdadera 'fascinación' por el sarcófago antropoide masculino; es fama que una de sus ilusiones profesionales fue encontrar otro ejemplar, fuera o no la pareja del hallado en 1887 (dando pie al 'punto de partida' de los estudios arqueológicos en Cádiz), algo que encontraría eco en el mundo literario a través de las páginas de Pilar Paz Pasamar, Fernando Quiñones o Felipe Benítez Reyes, por ejemplo.
Si, como hemos señalado, su 'obsesión' particular estaba muy relacionada con los sarcófagos antropoides, no nos resistiremos a reseñar la burla del destino con Quintero y el sarcasmo de la anécdota final: la pareja femenina del sarcófago antropoide masculino de Cádiz apareció finalmente en 1980, décadas después de la marcha de Pelayo Quintero a África y de su muerte en Tetuán en 1946; en lo que sin duda representa un guiño irónico del destino, vino a aparecer nada menos que en la parcela donde estuvo la residencia de Quintero en Cádiz, dejando constancia de la que quizá constituya la más conocida anécdota de Pelayo Quintero Atauri en Cádiz: su frustrada (y frustrante) relación con los sarcófagos antropoides de Cádiz: el que llegó tarde para descubrir (el masculino, aparecido en 1887, 17 años antes de la llegada a Cádiz de Quintero) y el femenino, que se habría resistido a Pelayo Quintero, no dejándose "descubrir" hasta 34 años después de la muerte del ucleseño (y cuando se cumplían 41 años de la marcha de Cádiz de aquél, en 1939).
Si la historia de Quintero con los sarcófagos es controvertida (extensa sería la lista de sus anécdotas, en general), cabe reseñar que igualmente dramática sería la historia de la necrópolis de la Punta de la Vaca: quedaría destruida a resultas de la explosión de 1947.
Finalmente dejaremos constancia de cómo Pelayo Quintero y sus trabajos en Cádiz fueron recogidos en National Geographic; así, el número de agosto de 1924, tratando de las excavaciones del ucleseño en Cádiz, al mencionar a Quintero lo califica como "...one of Spain's foremost archeologists", esto es, "uno de los más destacados arqueólogos españoles". Quintero Atauri gozó de gran predicamento en vida, y justo es, que al hilo de los nuevos descubrimientos de la arqueología fenicio-púnica en Cádiz, como la necrópolis púnica recientemente aparecida, le dediquemos unos minutos -y unos párrafos- de atención.
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