Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
La tribuna
LA atmósfera es la envoltura de gases que rodea nuestra "nave Tierra", filtra las radiaciones dejando fuera la mayor parte de la ultravioleta, destruye los meteoritos. Reparte el agua, redistribuye el calor. Mezcla constantemente sus gases garantizando la concentración del oxígeno que necesitamos y reponiendo el CO2 que demandan las plantas para crecer. Y muchas tareas más, de las que algunas nos interesan en particular; y por eso la atmósfera es el único sistema natural con un programa fijo en los medios de comunicación: ¿qué tiempo hará hoy?
Es cierto que seguimos dependiendo del "tiempo", de la meteorología, y cuando sus valores se desvían de los habituales, cosechas, vías de comunicación y ciudades entran en crisis. Si la perturbación es grande puede llegar la catástrofe: el ciclón Katrina sobre Nueva Orleáns o la trágica situación de Birmania en este año tras el tifón Nargis. Si la sequía es duradera, condena la región a la hambruna.
Los científicos han tratado de comprender los mecanismos responsables de estos cambios, y con mayor ambición, el funcionamiento atmosférico, del que dependemos a tantas escalas. Disponemos de algo más de dos siglos de medidas de temperatura y precipitación. Los datos muestran fluctuaciones a cualquier escala, pero también ponen de manifiesto que hace 30 años que las temperaturas se están elevando en todo el mundo. Es un cambio climático modesto (aumento de 0,73º durante el siglo XX), pero preocupante, porque se considera que proseguirá o puede acelerarse y modificaría la distribución mundial de las lluvias.
El sospechoso mayor como agente del cambio es el CO2, seguido del metano. Sus concentraciones se han elevado regularmente durante el siglo XX y estos años del XXI, pasando el CO2 de unas 280 a 387 (en 2007) ppm, partes por millón. Actuando como filtros de radiación infrarroja, estos gases con efecto invernadero efectivamente juegan un papel en el balance energético de la atmósfera, reteniendo calor.
La comunidad científica no dispone todavía de modelos que expliquen plenamente la relación entre la concentración del CO2 y otros gases de efecto invernadero y el aumento de la temperatura, pero la evidencia acumulada sugiere que las emisiones a la atmósfera no deben incrementarse y quizá haya que reducirlas a niveles del pasado para mantener su estabilidad.
Técnicamente es difícil reducir las emisiones. Personas, animales, plantas (por la noche) y bacterias producimos CO2 como parte de nuestra fisiología. Los procesos industriales, centrales térmicas, automóviles y cualquier motor de combustión causan la mayor parte de las emisiones y han sido responsables de su gran incremento en la segunda mitad del pasado siglo, al movilizar junto al carbón al petróleo y el gas natural. Las tecnologías para separar el CO2 de los gases de combustión y almacenarlo en las rocas, existen, pero son costosas y pueden aplicarse solamente a instalaciones grandes. Los automóviles, con un cambio tecnológico (costoso), podrían emplear motores de hidrógeno, motores eléctricos con baterías o con pilas de combustible. Reducir significativamente el consumo energético, en este periodo de frenazo económico, es peligroso.
La crisis atmosférica ha hecho volver la vista a la fotosíntesis, donde las plantas extraen CO2 de la atmósfera para su crecimiento, fijando en los átomos de carbono energía procedente del Sol. Los productos vegetales son la fuente última del CO2 emitido en nuestra respiración. Y pueden ser el origen de los biocombustibles para industrias y automóviles, lo que supone reciclar el CO2 atmosférico prescindiendo del petróleo, el carbón o el gas natural como fuentes de energía Los restos de producción agrícola y forestal ofrecen otras tantas oportunidades energéticas.
Las cosechas, los bosques maduros o los embalses no se comportan como sumideros útiles de CO2 porque el gas fijado se devuelve a la atmósfera a las semanas o meses cuando se degradan las hojas y tallos o se consumen frutos y semillas. El arbolado urbano devuelve en otoño el carbono fijado con las hojas que caen; al descomponerse, retornan el gas a la atmósfera. La repoblación forestal permite crear un sumidero mientras el árbol crece aumentando su masa de madera. La madera es un depósito temporal, pero finalmente devuelve (combustión, putrefacción) el anhídrido carbónico que fijó. Los bosques maduros están en un equilibrio dinámico.
El Día del Medio Ambiente preside un debate mundial para dar nueva forma al mix energético sin poner en riesgo la activa atmósfera, que vale tanto como decir sin seguir incrementando su contenido de CO2. Combinar el ahorro y la eficiencia en el uso de la energía, el impulso a las renovables, la explotación energética de restos forestales y de cultivos, la expansión de los biocombustibles sin colisión con la producción de alimentos. Encontrar la proporción óptima para la producción térmica derivada del carbón, petróleo, gas o uranio.
Y aceptar que tenemos una sola Tierra. Y una sola atmósfera.
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