Confabulario
Manuel Gregorio González
Retrocediendo
La tribuna
NO dejo de leer y oír cómo los tertulianos boleros españoles, así como muchos políticos instalados en las estructuras orgánicas e institucionales, califican, con desprecio, de populista al M5S y a su dirigente Beppe Grillo. En el caso de los políticos, me cabe la duda sobre si en el fondo lo que hay es temor al ver las barbas de sus vecinos cortar o ceguera que les imposibilita para realizar un análisis más completo y objetivo. Por lo que respecta al colectivo de los tertulianos, sólo se me ocurre su incapacidad, ya demostrada en otras ocasiones, para adecuarse a su responsabilidad para incidir sobre la opinión de los ciudadanos. Sus manifestaciones no corresponden a la objetividad con la que debería expresarse un profesional de los medios, lo que resulta altamente preocupante.
El conservadurismo no afecta sólo a lo ideológico. Al menos en España, una buena parte de los políticos de izquierda son conservadores también, ya que sostener las superestructuras en las que se basan sus poderes y sus futuros personales se ha convertido en una prioridad sobre la utopía de la igualdad que debería marcar sus iniciativas y sus propios modos de vivir. A partir de ahí, todo está condicionado. Se han convertido en la nueva "gauche divine", pero sin el glamour que en otros momentos caracterizaba a este grupo social.
Comprendo que a la derecha española, muy conservadora por su propio su propia raíz en la dictadura, todo lo que suponga poner en cuestión el modelo actual de una estructura de partidos políticos nacido en el siglo XIX sea motivo para movilizarse. Lo más democrático a lo que llegan es a apoyar la alternancia en el poder. El poder de la sociedad civil será cuestionado e, incluso, perseguido. Por cierto, populista, según la RAE, es lo perteneciente o relativo al pueblo, y popular es lo perteneciente o relativo al pueblo. En España, la derecha se integra en un partido político que se autodenomina popular. El término populismo, no existe.
En este momento histórico de agobio para el ciudadano de a pie, el que deposita su voto en las urnas, el único margen que la democracia le deja para manifestarse contra la actual situación es la rebeldía en forma de desobediencia a lo que les proponen los partidos políticos, y neutralizar la estrategia del miedo de los políticos, tanto desde la derecha, como desde la izquierda, les trasladan.
Para explicar el resultado de las elecciones en Italia, sería un grave error basarse exclusivamente en la idiosincrasia histórica del pueblo italiano ante las urnas. Sería hacer buena la expresión de que el bosque no deja ver los árboles. Una lectura distante y abierta nos permitiría visualizar una clara rebeldía de los italianos contra el establishment, con todo lo que ello supone de rechazo hacia el actual modelo que se pretende imponer a los países del sur de Europa, los que han sido bautizados como los Pigs (Portugal, Italia, Grecia y España), desde Alemania y Bruselas, en este orden.
Ante una guerra incruenta, o sea, ante la actual Tercera Guerra Mundial, una vez más provocada y dirigida por los mercados, con un objetivo fundamental, reestructurar Europa en el contexto de un mundo globalizado, intentando frenar el poder de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), de manera que los países del sur se conviertan en la china europea, sólo la rebeldía de los ciudadanos de estos países puede cuestionar esta estrategia tan cruel. No hay sangre inmediata, como en una guerra clásica, pero sí hay muertos diferidos, y éstos, no por casualidad, pertenecen siempre al mismo grupo social y económico, el de los más necesitados.
El temor a la desaparición de un euro sietemesino, y que no pasó por la incubadora, se ha convertido en el chantaje más comúnmente extendido. No hay vida fuera del euro, es el mensaje de los mercados y asumido los políticos actuales.
Esto es lo que ha cuestionado en Italia la alternativa de Beppe Grillo. Busquemos otras alternativas, plantean, y así se lo han trasladado a los italianos. Esto, en mi opinión, no es populismo, sino rebeldía. Los partidos políticos dicen que esto supone ingobernabilidad, pero, una vez más, mienten descaradamente. El M5S no cuestiona la política, más bien todo lo contrario. Para ellos democracia significa, entre otras cosas, el poder de los ciudadanos gestionado por sus representantes políticos, lo que implica el cumplimiento de los programas electorales y acabar con el cheque en blanco, de manera que si esto no se cumple, la sociedad civil pudiera revocar el poder concedido a través de las urnas. A partir de ahí, todo es negociable, pero siempre con transparencia y a la búsqueda del bien común para la ciudadanía.
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