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CRISTÓBAL Montoro se ha convertido en uno de los ministros más impopulares del Gobierno de Rajoy. Esto no tiene nada de particular porque es raro que un ministro de Hacienda resulte simpático para los contribuyentes, y rarísimo que dé una buena noticia en época de crisis.
También es el ministro, o uno de los ministros, más admonitorio, reñidor y bravucón. Últimamente Montoro cuenta sus intervenciones públicas por amenazas. Amenaza a diestro y siniestro, a comunidades autónomas y ayuntamientos, a los diputados y al personal de a pie. De sus amenazas sólo se libran los grandes defraudadores a Hacienda, para los que ha preparado una amnistía fiscal muy llamativa y poco fructífera desde el punto de vista de la recaudación.
En cuanto escucha algo que le disgusta Cristóbal Montoro saca la artillería y dispara contra los incordiantes. Sean parlamentarios de la oposición, actores díscolos, medios de comunicación o partidos enteros, el ministro siempre reacciona con insinuaciones y sospechas públicas sobre el incumplimiento por estos colectivos de sus deberes fiscales. Ayer mismo sugirió que los tertulianos y creadores de opinión que le critican pueden tener problemas con la Agencia Tributaria.
Si la palabra no estuviera desgastada por el uso y abuso la actitud del ministro sólo estaría bien definida por ella: intolerable. Simplemente, no puede actuar así. Lo que conoce sobre las relaciones de cualquier ciudadano con Hacienda lo conoce en razón de su cargo y no debe utilizarlo en la batalla política. Su obligación es perseguir el delito o la falta allí donde se produzcan, sin airearlos en plan siembra de cizaña indiscriminada y descalificatoria.
Ocurre, además, que ni el físico ni la voz le acompañan en sus incursiones por los terrenos de la insinuación y la conjetura, de modo que cada vez que se pone admonitorio produce un espectáculo que está a medias entre lo grotesco y lo ridículo. Si le hicieran un guiñol a su medida en algún programa de televisión seguramente no podrían mejorar el original. Ningún cristobita superaría a don Cristóbal. El arte estaría por debajo de la naturaleza.
Déjese el ministro de amenazas y mande los inspectores a aquellos diputados que no declaran todos sus bienes, a aquellos actores que vivaquean en paraísos fiscales y a aquellos dirigentes políticos que cobran sobresueldos de sus partidos.
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