Cambio de sentido
Carmen Camacho
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DICEN que, desde el comienzo de la crisis, son ya cuatrocientos mil los españoles que han debido hacer las maletas para buscarse la vida en los países más diversos, desde Chile a Noruega, desde los Emiratos Árabes a Canadá. Tal vez no sean muchos comparados con los más de cinco millones de inmigrantes que, mal que bien, hubimos de absorber en menos de diez años, el fenómeno demográfico más extraño y espectacular, por masivo y repentino, de toda nuestra historia. Pero lo singular de este nuevo éxodo es que está protagonizado preferentemente por gente muy preparada en estudios y cualificación laboral, verdaderos mirlos blancos para las empresas y naciones que les acogen. Además, por supuesto, suelen ser jóvenes como en todos los grandes trasvases de población.
Este movimiento que tiene más de huida que de verdadera opción, lo diga quien lo diga, no nos puede sorprender en Andalucía. Aquí hacía ya muchos años que los mejores emigraban ante la falta de oportunidades, de empleo de calidad, de tejido industrial y creativo. Antes era, sobre todo, a Madrid, de donde ya no regresaban muchos jóvenes brillantes tras marchar para completar estudios o hacer unas prácticas. Ahora es al extranjero, y si ello no cambia mucho las cosas a efectos sociales, hace todo más duro y triste.
Una joven doctora, con dos titulaciones y dominio de cuatro idiomas, me escribía hace unos días: "para nosotros hay dos caminos: o te quedas en casa de tus padres dando tumbos, haciendo algún curso que no cueste demasiado, yendo al gimnasio y mandando cientos de CV, o te vas al extranjero. Y no porque creas que fuera hay para ti ese trabajo para el que te has formado, sino porque sabes que por lo menos hay trabajillos que te permiten sobrevivir de manera independiente. Así que los jóvenes lo que sentimos es que estos años atrás han sido una grandísima estafa. Los que se aprovecharon de la burbuja ahora ni siquiera sienten la crisis, pero los jóvenes que creímos que en el esfuerzo estaba el futuro nos hemos encontrado con que nadie nos valora y que no hay un sitio digno para nosotros. Somos los que sufrimos que en este país, cuando hubo dinero, no se pensara con responsabilidad en las generaciones que venían detrás".
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