En tránsito
Eduardo Jordá
Sobramos
La Quinta Columna
HA sido portada de los periódicos y noticia de apertura de los telediarios de todo el mundo: "EEUU (su Gobierno), accede a los servidores de Microsoft, Google, Apple, Facebook, y Yahoo para obtener información de sus usuarios". The Guardian y The Washington Post publicaron la información facilitada por Edward Snowden, antiguo técnico de la CIA y consultor de la Agencia Nacional de Inteligencia, desde su voluntario exilio de Hong Kong. La Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera, conocida como Ley FISA, data de 1978 y pretende "espiar a extranjeros sospechosos de terrorismo", pero el mero hecho de que un sospechoso conecte telefónicamente, por Internet o cualquier otro medio telemático con un norteamericano, convierte a éste en un posible sospechoso de terrorismo.
El sistema no graba las conversaciones, solamente (que no es poco), facilita la identidad de los comunicantes y establece así un racimo de posibles sospechosos de terrorismo, nacionales o extranjeros, cuya única culpa, por el momento, es la de establecer contacto con otro sospechoso. Snowden, acusado de haber filtrado información clasificada como "alto secreto", busca asilo político para eludir las gravísimas consecuencias penales de su delito. Dice no arrepentirse de lo hecho y que de esta forma, sus compatriotas podrán decidir hasta donde quieren ceder su privacidad.
Obama declaró que no se puede tener seguridad al cien por cien, junto con privacidad al cien por cien. Es uno de los dilemas no resueltos por el sistema democrático. No puede garantizarse la seguridad de los ciudadanos sin que estos pierdan a su vez (cedan de buena o mala gana) una parte más o menos importante de su privacidad, en función de la gravedad e inminencia de un ataque terrorista. Las autoridades norteamericanas declaran que gracias al sistema se ha evitado, entre muchos otros, un atentado en Wall Street. En España, se han producido más de quinientas detenciones de sospechosos de terrorismo yihadista.
Para entender a quienes son detractores, o a los que defienden las escuchas, pongámonos alternativamente en los zapatos de quienes son controlados o en los de las posibles víctimas de un atentado terrorista.
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