La Rayuela
Lola Quero
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La tribuna
UNA vez más nos vemos abocados los enseñantes de Filosofía de este país a plantearnos cuestiones que creíamos superadas. Me refiero naturalmente a la enseñanza de la religión dentro de la escuela. Sin duda la primera cuestión a resolver sería la conveniencia o no de que la enseñanza de la Religión se imparta en la escuela. Parece que convendríamos todos en que la enseñanza del fenómeno religioso no puede estar ausente en la formación de los ciudadanos. Es un hecho, está ahí y tiene unas manifestaciones concretas que en nuestra sociedad siguen teniendo un gran peso.
No parece razonable, pues, ignorar el fenómeno. He tenido la oportunidad de impartir la asignatura de Historia y Cultura de las religiones (una de las alternativas actuales a la clase de Religión) y me parece de extraordinario interés para la formación integral de los alumnos. Podríamos acordar una programación que incluyera el fenómeno religioso y sus manifestaciones históricas y actuales, impartida por un profesorado (seleccionado como el de otras áreas, o impartido por profesorado de áreas ya existentes, Historia, Filosofía…) que tratara el tema de una manera rigurosa.
Creo que también tendríamos un amplio consenso en que la asignatura de Religión con su carácter confesional ("evangelizador" en palabra de los obispos católicos) podía y debería ser impartida en las parroquias o, si no hay espacio, en aulas de centros públicos previo acuerdo entre las partes, pero siempre fuera del horario lectivo y sin ningún tipo de incidencia en el curriculum escolar del alumno. Quedaría por discutir si el Estado debe o no subvencionar a las distintas confesiones y en qué medida a cada una en función de su implantación. (Muchos católicos preferirían romper toda alianza con el poder establecido para poder ejercer su fe sin ataduras, pero no parece que eso sea posible para la jerarquía eclesiástica unida desde su origen al poder terrenal).
Lo que no parece que tenga ningún sentido es la propuesta que se hace en el proyecto de ley actualmente en tramitación en el Congreso de los Diputados. Por un lado, se nos presenta una asignatura con carácter evaluable al mismo nivel de las otras. Es decir, un profesorado elegido por los obispos (con sabe Dios qué criterios) va a impartir (en los centros de la red pública de educación) una asignatura donde la creencia y la fe juegan un papel esencial y va a tener un valor similar al de otras asignaturas a la hora de determinar la nota media de un alumno o el pase de un alumno de un curso a otro. Esto de por sí ya es suficientemente grave. Pero nada comparado con lo que supone la alternativa propuesta.
Se nos dice que la alternativa a la Religión será una asignatura denominada Valores éticos y sociales en Primaria y Valores éticos en Secundaria, al tiempo que se hace desaparecer la asignatura actual de Ética de 4º de ESO y la de Educación para la Ciudadanía y los Derechos humanos del currículum. Dicho en otros términos. Hay dos maneras de entender la sociedad y la convivencia: de una parte los dictados divinos y de otra los dictados humanos. Unos piensan que lo que fundamenta la estructura social es el seguimiento de las normas de la iglesia correspondiente y otros encuentran su fundamentación en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en Montesquieu. Y no se me diga que no es eso lo que quieren decir, porque si fuera otra cosa no pondrían como alternativa Valores éticos y sociales.
Al parecer existen, pues, dos tipos de valores distintos en la sociedad. Unos marcados en el curriculum, en el libro de texto y en las evaluaciones por las "respectivas autoridades religiosas" (artículo 80.3 del proyecto de Ley). Y otros que son los comúnmente aceptados por la sociedad, y que, por lo que se ve, se quiere que entren en confrontación. Pues bien, ¿les parece razonable que sea una confesión religiosa la que defienda y explique los valores democráticos? ¿O quizás la que defienda la igualdad entre hombres y mujeres? Las religiones monoteístas ¿son el mejor ejemplo de cumplimiento de los valores de diálogo, comprensión, participación, tolerancia, etc?
Creo que el Gobierno del PP ha desenfocado el tema. Devuélvase la Religión al ámbito que le es propio (la cuestión del sentido y la trascendencia) y déjese a la sociedad civil las cuestiones que le son propias (la organización de la convivencia y los valores sociales). Ya el evangelio de Marcos dejaba clara la cuestión. Alcáncese un acuerdo que permita una salida más digna para todas las partes que elimine de una vez del calendario educativo este problema que tiende a enmascarar otras discusiones que serían más fructíferas. Y ya que con un gobierno de derechas, tan entregado a la causa religiosa como éste, es impensable, esperemos que cuando la izquierda alcance el poder pueda realizar una auténtica separación Iglesia-Estado que ha hace décadas que se hace esperar.
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