Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
EFECTO MOLESKINE
LA siesta perfecta de sofá tiene la medida exacta de dos cadáveres: me duermo "in medias res" (a mitad de un feo asunto con víctima caucásica en L.A.) y vuelvo en mí a lo justo para ver la mesa de autopsia de Las Vegas. El cadáver no es el mismo pero eso da igual: al final prevalece la verdad y la justicia. La justicia es siempre algo muy poético y catártico, que nos permite compensar imaginativamente el funcionamiento de la vida real. Apostaría a que detrás de tanto serial con "C" (The Closer, Castle, CSI…) hay una Conspiración universal para anestesiar al televidente con placebos ficcionales. Con el ocio veraniego he aumentado mi escalada placébica y ando leyendo un best-seller trepidante de más de 600 páginas. Me fascina cómo estos superventas se las ingenian para mezclar su poco de esnobismo tecnológico (un teléfono sueco encriptador de voz Sectra Tiger XS) con su poco de esnobismo clásico/básico (el galán universitario experto en Divina Comedia y vino español) y esos maravillosos temas candentes de sociología, ciencia y política: la amenaza de superpoblación y extinción de la especie humana, las aberraciones de la ciencia (esa deconstruida esencia nazi), el misterio de las líneas de actuación de los poderes internacionales (visibles e invisibles), la ambigüedad filosófica del Posthumanismo… No sé. A mí es que me relaja el Apocalipsis. Ando especulando dónde soltaría yo el virus de la pandemia: si en el maletín provida de nuestro ministro de Virtuz y Justicia o en las urnas del PSOE andaluz y su Primaria emperatriz Sisí (Susana sí o sí). Y ya con un mundo depurado de sobrantes, me pregunto también con qué me quedaría: si con un arquitecto racionalista que me diseñara los grandes espacios cristalinos que se confunden con la naturaleza, o con el club del ganchillo que ahora nos está forrando los árboles de la plaza de San Francisco con pañitos de colores. Claro que lo mejor es no prescindir de nadie: me apunto al club del ganchillo y me dirijo con las alegres huestes tricoteuses a forrar la farola fernandina que queda enfrente de la plataforma entrecatedrales. Por darle una nota de color.
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