Blanca / Flores

Griñán, Pontífice Maximus

El aún presidente se ha significado como un constructor de puentes

27 de agosto 2013 - 01:00

El término Pontifex significa literalmente "constructor de puentes" y procede de unir las palabras latinas pons+facere. Maximus significa literalmente 'el máximo'. Esto podría significar "constructor de puentes entre los dioses y los hombres". El cargo de constructor de puentes era muy importante en Roma, donde los mayores puentes se encontraban sobre el Tíber, el río sagrado y al mismo tiempo una deidad, solamente las mayores autoridades, con funciones sacras, eran autorizadas a "molestarlo" con añadidos mecánicos. Según la versión de Marcel Mauss, era porque el puente suponía romper el orden natural, el ordo rerum, pues se cruzaba un río a pie enjuto, en vez de mojarse, para lo que hacía falta un sacerdote que aplacase la ira de los dioses. Además, el término también se podía entender en su sentido simbólico: los pontífices eran los que establecían un puente entre los dioses y los humanos según Van Haeperen.

"Cuando lleguemos a ese río, cruzaremos ese puente": Juan Manuel Marqués Perales en el artículo que publicaba para el Grupo Joly el pasado 28 de Julio y en su página 42 se encargaba de recordarnos la frase más repetida durante todo su mandato por Pepe Griñán. Ahora esas palabras recobran actualidad, ahora que periodistas y politólogos desgranan y analizan estos últimos cuatro años en los que el presidente ha ejercido al frente del ejecutivo andaluz. Y se ha movido Guadalquivir arriba y abajo, con y sin botas de agua y gesto serio o amable según las circunstancias. Estas circunstancias lo han convertido en el hombre indispensable que necesitaba el socialismo español en estos tiempos convulsos, en ese constructor de puentes en el que se ha convertido. Se le ha calificado de imprevisible y de soberbio, de cercano y distante al mismo tiempo; matices lejos de la realidad porque con una talla política sin parangón, ha sopesado todos y cada uno de los movimientos y decisiones tomadas desde su llegada a San Telmo y a San Vicente.

Pensador, reflexivo, madrugador incluso en fines de semana, culto, cinéfilo, aficionado a la música clásica y al Atlético de Madrid, deportista, amigo de sus amigos, amante de su familia, buen escritor, confidente… nos ha concedido a algunos el privilegio de aprender mucho en muy poco tiempo, de explicarnos lo que no alcanzábamos a entender con su extraña paciencia y de hacer que nuestra admiración por el hombre y no sólo por lo que representaba fuera cada vez a más. No cambió de domicilio en Sevilla a pesar del cargo y las cargas, y se movió entre Madrid y Galicia donde tiene repartida al resto de su familia que también le ha "obligado" motivadamente a tomar alguna de sus decisiones.

Siempre ha calibrado los riesgos en cada uno de sus pasos, en cada uno de los tramos de sus puentes, a sabiendas de que incluso era él mismo, sobre todo personalmente, quién más podía perder en el camino. El sentido de la responsabilidad política, de la prioridad del interés común y ciudadano siempre han estado en su cabeza y después el de la Organización a la representa, el Partido Socialista. Socialdemócrata que ya vaticinaba los males del "aznarismo", opúsculo que pude publicar como exclusiva en mi modesto blog, el blog de Blanca, y gracias a su generosidad; ensayo en el que ya ofrecía una lección magistral de política económica y del dominio del terreno en el que se movería. Y sin que nos diéramos cuenta, ha roto el orden natural de lo establecido como norma en la política socialista de este país, pero sobre todo de la política que se hacía en Andalucía.

Tuvo muy claro su programa político desde el principio: el empleo, la igualdad y la educación han sido sus pilares básicos, de los que no se ha apartado en este periodo, por los que ha trabajado denodadamente, significando las diferencias con una derecha que se ha dedicado a privatizar la sanidad y la educación pública y que así está quedando sobradamente de manifiesto en las comunidades autónomas gobernadas por el PP.

A pesar de la crisis, de los recortes, de ese grifo cada vez más cerrado en presupuestos que se nos ofrece desde Madrid, las reuniones con sus consejeros se han sucedido continuamente para que los derechos de los andaluces fueran los menos repercutidos en este contexto desolador.

Cambiar la dinámica de un partido político es muy difícil, el consenso aún más. Griñán ha convertido la utopía del entendimiento entre la izquierda en una realidad posible y deja como nueva artífice de ese logro a una gran mujer que será la primera presidenta de la Junta de Andalucía: Susana Díaz. La puesta en práctica de la Igualdad hasta sus últimas consecuencias va a ser una realidad.

Y ha sido valiente, muy valiente. A sabiendas de todo lo que podía acarrear, esa honestidad que le caracteriza, le llevó a denunciar el caso de los Eres y la Junta se personó como acusación, una "locura" decían, cuando cualquier otra formación política hubiese pretendido tapar irregularidades. Ha roto la dinámica preestablecida y la Junta admitiendo errores ha practicado la transparencia, las ha puesto sobre el mantel para que sean investigadas, mientras que en otros casos, la corrupción ha podido derivar incluso en la supuesta financiación irregular del partido político al que se está afiliado. Le ha plantado cara a la degradación de la política para que de una vez por todas, el poder de gestión de lo público recupere el papel que merece sobre el poder económico y los intereses personales; episodios que desgraciadamente y en este país son el primer plato informativo de los telediarios.

En sus intenciones jamás ha estado descolocar ni sobresaltar a nadie exceptuando al Partido Popular de Andalucía con magníficos discursos parlamentarios; y por el contrario, ha buscado la renovación del partido desde las bases y la democratización interna del mismo. Y las bases han percibido que han cambiado muchas cosas, aunque aún tengan que cambiar muchas más. Esas luces para recuperar la confianza en la política, para no decaer durante el camino en los momentos de abatimiento y cansancio, ese mantenimiento de la fe política en las posibilidades, solo él, Pepe Griñán, ha sido capaz de ejecutarlas. Y sobre todo quedó manifiesto cuando logró sostener el Gobierno de la Junta en manos de la izquierda, cuando eran los peores momentos y cuando tenía más enemigos dentro del propio partido. No cejó en el empeño y lo consiguió. Y quizá el mismo siempre ha sido consciente, más que ninguno de nosotros, que su pontificado iba a ser transitorio y de transición.

Y así ha sido. Nadie en tan poco tiempo, con circunstancias más adversas ha posibilitado e impulsado mayores logros políticos en Andalucía, para los ciudadanos andaluces y para el socialismo.

Sería un ingrato error no reconocerle los méritos, no adoptarlo para siempre como andaluz y como Pontifex, ya que sólo alguien como él hubiera sido capaz de haber edificado todos esos puentes necesarios, de clavar tantos dardos en la diana. Griñán, constructor de puentes, sabe muy bien que no está solo y que además todavía tiene mucho que continuar forjándonos en el camino que a la izquierda le queda por recorrer.

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