Confabulario
Manuel Gregorio González
L os Reyes idos
De poco un todo
Mañana empiezan las clases y, entre unos grupos y otros, estaré delante de unos 150 alumnos. El resto del curso se me olvida, pero en los primeros días recuerdo que soy tímido. Al mal rato de los primeros compases, se suma el hecho de saberlos decisivos. Lo avisa Eugenio d'Ors: los alumnos te calibran en el primer segundo y se hacen una idea de ti que te va a costar mucho cambiar, si puedes. Encima, uno tiene que gastar esos momentos tan trascendentales en decirles, como todos, que tu asignatura es muy, muy importante -cosa que no sabían, pero que ya se esperaban-, que la evaluación será así, que la programación es asá, que las normas de convivencia son para cumplirlas…
Yo, cuando mañana llegue a eso de las normas, me encogeré y cerraré los ojos esperando que restalle una descomunal, apocalíptica carcajada. ¿No dirán mis buenos alumnos de este año que cumplirlas…, por qué? Están gobernados por unos señores para los que las leyes están para saltárselas. Mires donde mires del espectro político -izquierda, derecha, adelante, atrás- hay un saltarín o una sucursal especialmente elástica de saltimbanquis del Circo del Sol. Los ERES, Bárcenas, los sindicatos, el senador de urgencia, el duque Urdangarín, las sentencias del Supremo o el pito del sereno… Porque él es el presidente, me parece especialmente grave el intento de Rajoy de arreglar con secretitos lo de Mas, dándole más. De manera que el mandamás de una comunidad autónoma chulea a toda la nación con la amenaza de un sufragio inconstitucional, y el resultado es un premio donde más dulce: en la cartera. Más valdría no arreglarlo, porque cualquier apaño es peor. Se les llena la boca (y los bolsillos) hablando de Democracia, oh, ah, ¿y no se dan cuenta de que saltándose las leyes están reventando el funcionamiento del Estado de Derecho, ni que negociando a escondidas le hacen al Parlamento una vía de agua -mucho peor que la gotera- en su línea de flotación? Las reformas educativas, en vista de los pobres resultados de nuestro sistema, serán inevitables. Pero vendrían muchísimo mejor algunas conductas mínimamente ejemplares. Son urgentes. Que las normas están para cumplirse parecerá puro surrealismo a mis alumnos. Aunque como hay que entrar prevenido y planificado al aula, ya tengo la réplica: "Preguntad a vuestros padres si las cumplen, y ya veréis cómo ellos sí, como yo, como vosotros. A nosotros, más nos vale".
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