Fernando / Santiago

Hipocresía política

Con la venia

11 de octubre 2013 - 01:00

Con la aprobación de la Ley Wert se produce una regresión en el sistema educativo, asolado por diferentes leyes y maltratado por distintos gobiernos. La nueva ley va a privilegiar la religión y va a mejorar la situación de los colegios concertados, la mayoría religiosos. Va a consolidar la segregación por sexos y otras fórmulas reaccionarias. No es que los experimentos anteriores funcionasen bien, pero lo de ahora es retroceder hasta Villar Palasí. España no puede cambiar cada dos por tres su sistema educativo a riesgo de permanecer en el furgón de cola de todos los informes y buscar la solución a sus males en el turismo y el ladrillo. Hay razones fundadas para la protesta de padres y profesores. Tan solo una objeción: resulta detestable ver a niños en las manifestaciones, sean a favor del catalán, de la escuela pública o convocadas por los obispos.

El origen de los males de la escuela pública está en quienes dicen defenderla. En Francia y otros países la escuela pública es el ascensor social, el lugar donde se igualan todos los sectores sociales, credos y razas. En España la derecha se ha dedicado a promocionar a los centros religiosos y a socavar a la escuela pública y, lo que es peor, la izquierda que dice defenderla la dinamita por la vía de los hechos consumados.

La mayoría de los dirigentes de la izquierda llevan a sus hijos a centros religiosos mientras se enfundan la camiseta verde en defensa de la escuela pública. Es imposible defender algo en lo que uno no cree. Es querer una cosa para los demás y otra distinta para sí mismo. No hay que irse muy lejos, basta mirar al entorno y ver a los dirigentes del PSOE de Cádiz que llevan a sus hijos a las Carmelitas, San Felipe, Salesianos o ¡al Opus! Hasta el añorado sindicalista con nombre de glorieta, tan radical, los llevaba a San Vicente. Es imposible creer a los que dicen defender la escuela pública mientras llevan a sus hijos a centros privados pagados con dinero de todos. Haz lo que yo te diga y no lo que veas en mí, como se decía de los curas. Esa atroz incoherencia es el germen de muchos males. Aquel que no lleve a sus hijos a un centro público que no se ponga la camiseta verde.

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