Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
De todo un poco
LO interesante, tras la convención vallisoletana, no está en el debatito del por qué no te callas entre Rajoy y Rubalcaba, tan de patio de colegio. Ni en las promesas etéreas de bajadas de impuestos por los que los subieron deprisa y corriendo, aunque sin haberlo prometido jamás, eso nunca. Lo interesante es la aparición de VOX y cómo altera el mapa por la orilla derecha, la del desierto.
Los que sostienen que permitirá al PP centrarse más, confunden su mesurado deseo con la realidad, sometida a inexorables leyes físicas. Eso era antes, cuando no había alternativa plausible a la derecha de los populares y éstos se podían desplazar impunemente hacia el centro. El vacío que dejaban a su espalda hacía "efecto chupona" y terminaba llevándose detrás los votos de un electorado conservador al que ninguneaban. VOX ha venido a llenar ese vacío y por eso está teniendo tanto eco, retumbando tanto.
Los intentos peperos de tildarlo de ultraderecha, aliñados de descalificaciones personales, responden a una añoranza del amor vacui estratégico, que también es intelectual. Pero no funcionarán por cuatro razones de peso. Porque en España, aunque testimoniales, existían y existen partidos más a la derecha que VOX, y ni siquiera ésos son fascistas ni talmente antisistema. Porque UPyD y C's nos vacunan contra el miedo a lo nuevo. Porque los líderes de VOX eran, ayer no más, iconos del PP y gozan aún de hondas simpatías entre sus votantes: insultarlos es, prácticamente, tirar piedras contra el propio tejado. Y, por último, porque el tirón electoral de VOX radica en la sensación de que los cuadros del PP se acomplejan de ser de derechas, sensación que esos insultos refuerzan. Acusando a VOX se hacen daño y le hacen la campaña.
Más les valdría no negar la evidencia de la fractura. Esperanza Aguirre, política de reflejos, hace llamadas imperiosas a la integración. Al Gobierno ya no queda otro remedio que mirar con un ojo al anhelado centro y con otro, atento, a su derecha. Buenas noticias para Gallardón y su gallarda lucha, hasta hoy bastante solitaria, por la reforma del aborto. El PP va a tener que competir en todos sus flancos y hacer inéditos ejercicios de flexibilidad y cintura. Nadie diría que IU ha centrado al PSOE ni que Esquerra lo ha hecho con CiU. Los populares ahora juegan en igualdad de condiciones, y los electores tenemos delante un abanico al fin con todas las varillas.
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