La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
De poco un todo
COMO en los tiempos de Zapatero, aquellos años dorados... para el columnismo de opinión, he vuelto a recibir correos electrónicos pidiéndome un artículo sobre un particular, y reprochándome el silencio. Entonces, las salidas de Zapatero y sus ministros y sus ministras eran tales que uno no daba abasto, y los amigos, conocidos y saludados me señalaban, impacientes y alterados: "¡Allí, allí, que se te escapa eso!" Ahora me preguntan si no voy a decir nada de La gran desmemoria, el libro de Pilar Urbano sobre Suárez y sus acusaciones al rey de estar al tanto (y tanto) del 23-F.
Pero para escribir del libro debería leerlo. Y 864 páginas de Pilar Urbano, teniendo en el mundo por ejemplo a William Shakespeare, para no alejarnos mucho de las intrigas del poder, es demasiado. Y más aún cuando me hallo poco instado en lo íntimo e intelectual. Quiero decir que comprendo el interés general, pero para mí son demasiadas vueltas sobre un episodio muy discutido y discutible, el del impulso soberano, cuando ya tengo hecho mi juicio con otros hechos incontrovertidos de la larga trayectoria del rey, como el golpe al monarquismo de quitarse de encima el "por la gracia de Dios", sus firmas a las diversas leyes del aborto y otras cosas y negocios. Dicho lo cual, entenderán mis corresponsales, que, si no toco el tema, no es por acatar ninguna supuesta ley de silencio, sino por honestidad con mis lectores y por respeto a los estrechos límites de mis inquietudes y conocimientos. Ya tengo de sobra con seguir, desde el gallinero, el debate mediático.
Del que no me gustan nada los ataques al libro basados en desprestigiar a la autora. Por una cuestión de estilo personal y literario, prefiero que quien tenga ganas, tiempo y datos se dedique a desmenuzar cualquier libro, detectando inexactitudes e incoherencias, juicios de valor disfrazados de hechos y entrecomillados entreverados de entretenimiento y ficción. Esa crítica, que es la más destructiva, es también la más delicada.
Sin embargo, sin leerlo ni tener el más mínimo propósito, se puede reconocer un mérito a La gran desmemoria. Desactiva un tabú o, al menos, la apariencia de un tabú, que en la práctica suele ser lo mismo o peor. Incita (o debería) al estudio y al debate. Como decía la poeta Symborska, la palabra "silencio" es paradójica: decirla es romperlo. Igual la desmemoria: escribirla es ponernos a recordar irremediablemente.
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