La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
De poco un todo
Siento llegar con retraso a mi artículo sobre el aforamiento del rey padre. Se han publicado decenas. Yo pensaba dejarlo correr, como agua que no mueve molino. Uno espera en el juicio de la historia y, como buen dantesco, cree, sobre todo, en el final. Sin embargo, el aluvión de artículos me ha dejado con más dudas que certidumbres.
Primero, hay una confusión generalizada entre irresponsabilidad jurídica, que es lo que cubre a un rey en ejercicio, y aforamiento, que no es sino el privilegio procesal de ser juzgado por un tribunal superior. Si la abdicación fue, como expliqué, un gambito de rey, el aforamiento no es más que un enroque, para no salirnos del tablero del ajedrez. Se está desperdiciando la oportunidad de explicar la jugada.
Hay, luego, una doble desconsideración implícita, cruzada. Con las prisas aforadoras, se desarma la defensa del prestigio del sistema jurídico, porque se transmite la impresión -y ya se sabe lo de la mujer del César- de que los jueces de primera instancia, como la acción popular, son una amenaza, y no aplicarán las normas bien. Y a la par se sugiere que el Tribunal Supremo será algo más laxo en la interpretación de las leyes. ¿O qué?
Ese doble desplante no es particular del aforamiento del rey padre, sino de cualquiera, se me dirá. A lo que responderé que efectivamente, sí. Quizá habría que aprovechar la ocasión para replantearse el asunto del aforamiento masivo de nuestros políticos, el más elevado con mucho de los países de nuestro entorno.
Lo que sí es particular de este caso real es la coincidencia en el tiempo con la imputación de la infanta Cristina. El solapamiento del asunto de los duques de Palma con el aforamiento exprés del ex rey queda muy contraproducente. Me sorprende que se haya señalado tan poco. La proximidad de ambas situaciones puede dar lugar a un inevitable contagio subconsciente y cierta confusión popular. Habría sido mucho más sensato prever el aforamiento de Juan Carlos I antes (aprovechando que su abdicación, dicen, estaba ya muy pensada) o dejarlo para cuando escampe en Nóos.
El aforamiento del rey, habida cuenta de su condición de ex jefe de Estado y de lo extendidos que están en España, no debería presentar ningún problema. Sin embargo, por las posiciones relativas de unos y otros, los tiempos y las explicaciones, dudo que el enroque, tal y como está la partida, sea, hoy por hoy, el mejor movimiento.
También te puede interesar
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
El Palillero
José Joaquín León
Propietarios o proletarios
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La semana ‘horribilis’ de Sánchez