La esquina
José Aguilar
Teresa Ribera tampoco estuvo
Tribuna libre
TODOS aquellos que tuvimos que trabajar de alguna manera en aquel acontecimiento que se llamó el Bicentenario, el Doce o simplemente la Pepa, creo que compartimos una cierta sensación de frustración y de objetivos mal cumplidos. La celebración del bicentenario de la constitución de Cádiz no fue redonda, ni para Cádiz como ciudad ni para el conjunto de nuestra nación. Muchas fueron las causas y seguro que muchas las responsabilidades a repartir. Sin embargo no es eso lo que más interesa en estos momentos, opino que ya es hora de volver a tomar impulso como ciudad y de dibujar qué y cómo queremos ser en el futuro más inmediato y a largo plazo.
Hace pocos días visitó nuestra ciudad un gran experto en desarrollo de las ciudades desde la perspectiva de la cultura y la creatividad. Invitado por la Universidad para un curso de verano ofreció una extensa e intensa conferencia sobre ciudades creativas y sobre el patrimonio y la cultura como pilares del desarrollo territorial. Tuve la ocasión de charlar en extenso con él y me comentaba que en sus viajes por América Latina, en donde desarrolla gran parte de su labor profesional, le preguntan constantemente por Cádiz. Veracruz y Puerto Rico eran los últimos lugares en los que le habían comentado "¿qué pasa en Cádiz?, queremos saber y tener contactos con esa ciudad de nuevo". Muy sintomático de que el eje americano no se trabajó en toda su potencialidad, nos guste o no esto es un hecho. Preguntan por Cádiz en América y no hay más respuesta que la ausencia. Oportunidad perdida.
Cuando hube de comentarle como nos fue en nuestro Doce, sobre cual fue la mayor frustración personal, el proyecto que creo más daño nos hizo no sacarlo adelante fue el de el Memorial de las Libertades, Faro en sus últimas versiones, el que tenía por objetivo hacer de nuestra ciudad un referente en la historia del constitucionalismo, un laboratorio y centro de estudios y reflexión sobre esta materia en los ámbitos latino y mediterráneo, colocar el nombre de la ciudad en la globalidad unido a los conceptos de democracia, libertad y soberanía popular. Una gran oportunidad, un potencial único, un poderoso legado perdido por los temores de las administraciones, la cicatería de pequeños grupos que se representaban solo a ellos mismos y la incapacidad de explicar a la sociedad el proyecto. Falta de generosidad, de valor y de inteligencia, una combinación que arruinó una manera de sacar a Cádiz del bloqueo en el que malvive los últimos años, ya demasiados. Opino, a la luz de la actualidad, que si ese Memorial estuviese en activo y fuerte Cádiz hubiera acogido en sus instituciones museísticas al menos una parte del tesoro del Nuestra Señora de las Mercedes o, por poner otro ejemplo, algún protagonismo tendría en el actual proceso de paz de Colombia.
¿Pero es una oportunidad que se nos haya ido para siempre? Sin duda que no. La Constitución de Cádiz de 1812 no se agotó en el 2012. Es un hecho histórico y político de primer orden que se proyectó de diversas maneras durante muchos más años y fuera de nuestras fronteras actuales. Hablamos de un acontecimiento de modernidad política con un impacto global en su época. Y si lo fue entonces por qué no puede volver a serlo ahora, ¿qué impide volver a retomar su legado en estos tiempos en que necesitamos impulsos potentes para volver a ilusionarnos y pensar en que tenemos futuro como ciudad y como sociedad contemporánea? El urbanista Jordi Borja afirma que "necesitamos un pasado que fundamente un proyecto para el futuro y que dé sentido al presente", una idea que nos vendría muy bien aplicarnos. Cádiz tiene un enorme y rico pasado en el que brilla la primera constitución de España y del mundo latino, un hecho que posee aun la suficiente fuerza conceptual y actualidad como para fundamentar ese proyecto de futuro que precisamos. Si necesitamos un nuevo plazo para trabajar, esta vez muy en serio, basta recordar que en 2020 retorna nuestra constitución de la mano del general Riego. Sólo una apostilla, que ahora sea la sociedad civil la que asuma el protagonismo y la dirección. Las administraciones que hagan la tarea.
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