Con la venia
Fernando Santiago
Power to the people
Su propio afán
EN Cádiz, como en otras ciudades andaluzas, los poetas han florecido con naturalidad. Me refiero a los poetas auténticos, no a los que riman Logroño con moño, ni a los autores de nuestro Carnaval, ninguno de los cuales ha ganado todavía el Premio Nacional de Poesía, ni a eso aspiran. Por eso, me ha dado mucha alegría que Pilar Paz Pasamar haya sido nombrada Autora del Año 2015 en Andalucía. Lo único que no me ha gustado es que se la siga calificando como poeta jerezana, en razón de su lugar de nacimiento, cuando esta mujer es tan gaditana como la coñeta de la Caleta, por decir algo también de rima claramente sencilla.
El acuerdo ha sido tomado por el Centro Andaluz de las Letras, pero no por decisión unilateral de Juanjo Téllez, sino por un jurado en el que estaban María Victoria Atencia, Luis García Montero y Ana Rossetti, entre otros escritores andaluces de prestigio. Y estas cosas hay que explicarlas bien siempre, pues cuando alguien gana un premio, lo primero que se pregunta es: ¿quién estaba en el jurado? Todavía no se considera corrupción regalárselos a los amiguetes. Por eso, cuando se da como hay que darlos, que es por los méritos, como en el caso de Pilar Paz, aún nos parece más valioso.
Ella es la última gran poeta gaditana del siglo XX. Pasará a la historia como la primera mujer que pronunció el Pregón de la Semana Santa de Cádiz, pero es ante todo la gran dama de la poesía gaditana, en unos años en los que las mujeres no se dedicaban tanto a escribir y Cádiz vivía, a niveles literarios, entre los partidarios de Rafael Alberti y los de José María Pemán.
Pero de Cádiz salieron otros poetas. El que más lejos llegó fue Carlos Edmundo de Ory, que se quedó en Francia. Y el más apreciado, con razón, fue Fernando Quiñones, que era mucho más que un poeta: un hombre de la Cultura, un neo renacentista matizado por las brisas caleteras, capaz de moverse entre el cielo y el suelo. Y también hubo otros a los que no se hizo justicia en su momento, como José Manuel García Gómez, que asumió un papel de intelectual comprometido; o Rafael Soto Vergés, que murió olvidado en Madrid. Y aquel grupo de Marejada, que ahora se ha recordado por la muerte trágica de Rafael de Cózar.
La poesía existía en Cádiz desde el tiempo de los fenicios, como casi todo. Otra cosa es que aquí se confunda el poema con el pasodoble. Por eso, es bueno que Pilar Paz Pasamar tenga este reconocimiento. Pues si escribir en Madrid es llorar, como afirmó Larra, ser poeta en Cádiz es pa matarse.
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