Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Su propio afán
EL articulista lleva la contraria, del mismo modo que el pensador se pone peros. Para decir lo que todos, uno se hace sociólogo o político, no sostiene una columna. Se trata de aportar algo nuevo al coro de las voces que canta a la de una. Hoy vengo a estar conforme, sin embargo.
Analistas y simples comentadores somos unánimes en que la indudable recuperación económica, a la que Mariano Rajoy fía todas sus posibilidades electorales, no será suficiente. Como los otros motivos -corrupción, decepción al propio electorado por el abandono de los principios o mala política comunicativa- ya han sido muy bien explicados y en estas mismas páginas, me centraré en la paradoja de los motivos económicos por los que centrarse en la economía resulta contraproducente.
El primero es de principio, general y abstracto. La economía es la ciencia que gestiona la escasez. Trata de la relación entre unos medios insuficientes y unos fines infinitos, innumerables, insaciables. Por naturaleza, la economía conlleva un peso importante de renuncia y resignación. Así son las cosas y no es culpa de Rajoy. Pero querer hacer de ella el motor de la ilusión política es del género iluso.
El segundo motivo es mucho más concreto. Los indicadores de nuestra macroeconomía, que casi nadie entiende del todo, se han equilibrado gracias al sacrificio (vía despidos, impuestos y bajadas salariales) de la microeconomía, que todo el mundo entiende en sus carnes. Y encima está la memoria, todavía fresca, de lo que era "no estar en crisis". A los años de esplendor no vamos a volver ni en decenios, pero esos -tan burbujeantes en todos los sentidos- son lo que todavía se concibe a pie de calle -se ponga Guindos como se ponga- como "salir de la crisis".
Y el tercer motivo es que las peores amenazas a nuestra recuperación económica son políticas. Podemos o el populismo y el secesionismo o Mas, dejando fuera las externas, incontrolables. Nuestra economía se resiente, ay, por las cosas que Rajoy descuidó para centrarse en la economía. Si hubiese emprendido con más ahínco la lucha contra la corrupción, la regeneración democrática y la política de medios, el populismo no sería tan popular. Si hubiese zanjado la polémica territorial con mano decidida, la amenaza del catalanismo no haría titubear a los inversores. Preocuparse exclusivamente de la economía, incluso con eficacia, acaba pasando la factura, qué ironía.
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