La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
EL español sabe latín. Qué maravilla de reflexivo lleva puesto el verbo "ofenderse", avisándonos de que uno es el que se ofende a sí mismo cuando se -otro reflexivo- molesta. Los andaluces, que hablamos tan bien el castellano, hemos pasado, en líneas generales, bastante del vídeo de Monago. Los políticos, no, pero se les perdona, porque tienen la obligación de movilizar al electorado de aquí para allá. Los periodistas, tampoco, pero también se nos disculpa, porque hay que rellenar un montón de páginas con una letrita apretada. El resto es otra cosa ¿Merece nuestra atención? Yo no he conseguido acabar de verlo, ni para documentarme, y eso que estoy empeñado en ser muy profesional. Qué aburrimiento, y dura 3:35 minutos. Ni tiene gracia ni está bien hecho ni es incisivo.
Ofender es complicadísimo. Esquematizando, con los insultos pueden darse dos posibilidades básicas. Que sean mentira, y entonces se desinflan solos, y el autor queda como Cagancho en Almagro. O que sean verdad, y entonces hay dos subposibilidades. Que sea una verdad conocida y a mucha honra, como cuando a mí, por ejemplo, me acusan de reaccionario, que, en realidad, me reconocen. O que sea una verdad desconocida, y entonces nos hacen un favor al advertirnos del flanco débil. El insulto sólo puede molestar cuando tiene la inteligencia de sorprendernos con una verdad incómoda que nos ignorábamos. Pero eso pasa muy pocas veces. O cuando es tan ingenioso que nos tenemos que reír, ja, ja, ay, de nosotros. Aunque tampoco es frecuente.
Un insulto casi siempre es un regalo. Porque hablan (bien o mal) de uno, y, en la edad mediática, eso es clave. Y porque el pretendido ofensor, al tirarse al ataque, se expone a quedar expuesto. El vídeo idiota ha sido un detalle con Susana Díaz. Y el caso de Albert Rivera, al que Rafael Hernando, ha llamado Naranjito, es paradigmático. De inmediato el líder de Ciudadanos se ha hecho una foto con un Naranjito y las redes sociales se han puesto de su parte. Naranjito nos era simpático y fue un símbolo nacional, con lo que refuerza justamente el punto fuerte de Ciudadanos. Ha nacido un icono poderoso, ya verán. Un insulto es un boomerang: o acierta o se vuelve contra el aborigen. Y es muy complejo lanzarlo bien. Del vídeo del PP extremeño sólo interesa esa vuelta: cuántos votos de extremeños avergonzados le costará a Monago. Aunque si no estaban avergonzados ya de antes…
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