Jaime / Rocha

Mendigos

La quinta columna

14 de marzo 2015 - 01:00

DE vez en cuando, siempre serán muchas, leemos en la prensa la muerte de un indigente, de un "sin techo", de esas personas cuyas historias ignoramos pero que, a veces por mala suerte, otras por sus propios errores, han terminado mal viviendo de la caridad y de la solidaridad de personas e instituciones sensibles a estas situaciones.

Otras muertes ni siquiera son del dominio público, pero puedo asegurar que también ocurren. Ese es el futuro de tantas personas sin futuro, sin esperanza, cuyas pertenencias caben en una mochila.

Como digo, hay personas, voluntarios de distintas organizaciones, a los que estas personas sí les importan, se acercan, las oyen, conocen los pormenores de tanta desgracia y les ayudan. Ayuda siempre escasa, insuficiente para remediar tanta escasez de afecto, de hogar, de lo más elemental que un ser humano necesita para sobrevivir.

A veces uno pasa junto a ellos dormidos y abrigados por una manta que reconoce porque apenas hace unos días que se le entregó en una de esas organizaciones que les ayudan. Y luego, al día siguiente, lee en la prensa que muchos, he escrito muchos, edificios abandonados desde hace años están a punto de caerse, de terminar sus días de vida útil, sin haber servido absolutamente para nada durante muchos años.

Uno no es más que una gota de agua en un desierto y los escasos albergues, las ONGs, los voluntarios y las aportaciones económicas que con mucho esfuerzo se logran, apenas representan alivios parciales a tanta necesidad.

Países como España, con más de cuatro millones de parados y, según un reciente informe de Caritas, más de siete en el umbral de la pobreza, debe tener como prioridad absoluta solucionar las necesidades básicas de todas esas personas.

Necesidades básicas que van, desde un techo bajo el que cobijarse hasta una atención médica, pasando naturalmente por alimentación, educación y abrigo. Igual que pasa con los edificios abandonados e inútiles, existen medios suficientes que la corrupción y el mal uso desvíen de lo que debería ser prioritario.

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