Confabulario
Manuel Gregorio González
Retrocediendo
Su propio afán
UN amigo muy sabio, al que constantemente pido socorro literario, solicita mi auxilio. Está invitado a un debate sobre el futuro de la conversación en la sociedad digital, y busca citas sobre el valor de escuchar y la necesidad de tiempo para hablar. Se espera de él que sea el humanista de la reunión y que discuta con los partidarios de smartphones, Twitter, etc. Son tantas mis ganas de echarle una mano que ni sonrío de la paradoja de que me lo pregunte por Whatsapp. No recuerdo ningún texto, pero trataré de escribirlo. Un "texto" al menos sí será, aunque no llegue a cita. Lo malo es que, más que una frase, se me ocurre una imagen: los diálogos platónicos, tan hondos y exquisitos, tan demorados y certeros. Parecen el puro contrapunto de nuestras conversaciones entrecortadas por pitidos y atenciones descuartizadas y desparramadas.
Pero lo peor es que no tengo claro que el papel del humanismo sea hacer una defensa cerrada contra la tecnología. La cultura y la inteligencia han de devolver una mirada redentora. Es lo suyo. Lo dijo Anna Frank: "No veo la miseria que hay, sino la belleza que queda". Cuando llegó el ferrocarril, cundió cierta alarma sobre los efectos perjudiciales de esas velocidades (¡las de entonces!). Pero enseguida los escritores descubrieron el encanto y el simbolismo de los trenes. Tanto, que en Personal & político Aurora Luque se permite una ironía: "Mis amigos poetas, que adoran mucho el tren/ aunque viajan en coche casi siempre…" Para amparar el Whatsapp, los tuits y análogos, cabe acogerse a una larga tradición de textos breves (epigramas, aforismos, microcuentos, etc.) que está conectada (conectada, precisamente) con las mejores posibilidades de esos textos electrónicos. Daniel Aldaya en un poemario titulado SMS, escribe: "Envía un SMS urgente/ con el texto 'JULIETA DORMIDA'/ al móvil de Romeo/ y evitarás así que se suicide por amor". Cualquiera cuyo corazón haya sido devastado por la tragedia de Shakespeare no puede no emocionarse con las posibilidades del 2.0.
Con todo, lo mejor que han traído estas tecnologías digitales es una inédita densidad del silencio y del tiempo. El mismo índice que las maneja las apaga, creando un espacio novísimo para charlar o leer o pensar. Lo que recuerda otra vez a Sócrates. Al sentir el alivio de quitarse los grilletes, se extrañaba de que, si no se los hubiesen puesto, jamás habría conocido tal felicidad.
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