Confabulario
Manuel Gregorio González
Retrocediendo
Su propio afán
HOY, mientras se vota, ¡voto a tal! Por Cervantes. Más alegría, muchachos, que con la investigación sobre sus restos parece que estemos en un velatorio de cuerpo presente, que no lo estamos, aunque lo es. Aquí nos rasgamos las vestiduras, pero qué no habrían hecho en Austria por localizar a Mozart, por ejemplo. En esta búsqueda hay una veneración al cuerpo que se fundamenta en el hilemorfismo y en la encarnación y que recuerda a las reliquias y que me parece muy bien.
Por supuesto, hubiese preferido que nos evitasen la tétrica bandeja con los huesos. Ha sido una cientificista falta de pudor. Las investigaciones, aunque históricas, podrían llevarse con sensibilidad. Nuestro admirado Luis Suárez cuenta como conoció cara a cara al gran poeta y traductor don Juan Francisco de Enciso y Monzón (1657-1735). Al abrir su sepultura lo hallaron listo para recibir visitas, elegantemente vestido. En unos segundos se pulverizó, como en las películas de egiptólogos, pero Luis lo vio, y nos lo ha contado tan bien que es como si todos hubiésemos asistido al prodigio. Lo de Cervantes, así, habría sido más quijotesco, claro; pero a falta de un portento como de malandrines encantadores, la prosa del informe científico es casi cervantina cuando constata la "existencia de muchas coincidencias y de ninguna discrepancia".
Y no es hazaña pequeña que Cervantes haya abierto telediarios y periódicos en esta España electoral. Los que objetan que mejor era leerle que desenterrarle, ¿no ven que gracias a la investigación ellos pueden arrancarse en impresionantes plantos letraheridos y que lectores seguro que no le quita y que tal vez le dé?
En particular, discrepo de los críticos cuando plañen porque no se puedan separar los huesos de Cervantes de los de otros 16. Es emocionante que los suyos estén tan confundidos con los de Catalina de Salazar, su esposa: puro sacramento. Y me encanta que Cervantes también esté indisolublemente unido (digamos) a otras 15 personas. Es el sino del novelista, del que lleva consigo, dentro, tantas vidas. Qué delicia podría escribir José Jiménez Lozano con las conversaciones, como de venta en el camino, que se traerán allí.
No todo ha salido perfecto, pero creo que tal follón y laberinto habrá divertido a un Cervantes, entre extrañado y halagado, y no perjudica a sus obras. Fuera del jaleo de la venta, Don Quijote, apartado, sigue velando sus armas. Y las letras.
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